Cada vez que respiras, Dios ES (Acampada 2015)

jueves, 7 de enero de

“Da gusto encontrarte de nuevo, 

cuando el sol sale del agua,

cuando delicadamente atendés, 

cuando Resucitado mostrás el camino,

y cocinando te dejás ver.

Dios muerto y resucitado,

Dios cocinero también.

El que no cree esto

no sabe lo que se pierde:

Chuparse los dedos después”

 

 

El título del testimonio es la frase que queda en mi corazón, grabada en puño y letra por la mano de Dios. Y lo que pasa, es que es un misterio tan grande, tan infinito, que experimentar el: “Dios ES cada vez que respiras” desde muy adentro, me parece más que gracia, más que regalo, más que todo, como El mismo es, más, siempre más.

 

 

Cuando Pablo Martínez nos hablaba de cada sentido y teníamos ese ratito a solas con Dios en la oración, se me agigantaba el corazón y me seguía sorprendiendo, cada vez más, su amor por mí. Por todos. 

 

 

Poder ver como el Señor ES también en mis amigos, en cada persona que veia, que veo. Es más, es mucho más.

 

 

Me regaló esto, poder ver. Mirar, y saber que cuando Dios me mira, se admira. Y admirarme yo también de su creación, de los corazones que conocía, de la naturaleza que nos rodeaba; y conmoverme sin entender por qué, y a la vez entendiendo perfectamente que era Él mismo, en su misterio, SIENDO en todo, en todos. 

 

 

Escuchar, y ver el alma de quien tengo en frente. Porque de pronto, solamente escucho cuando me adentro en el otro, y lo invito a adentrarse en mí. Escucho cuando doy, y recibo confianza, cuando ya no hay barreras entre tu profundidad y la mía. Cuando ni tu realidad ni la mía se avergüenzan. Escucho cuando veo, cuando voy más allá, cuando me dejo ser y te dejo ser.

 

 

Respirar hondo, comprender este misterio infinito que es Dios siendo en ese respirar. Y contemplar con ternura como cada persona que estaba a mi lado respiraba, y Dios era y vivía en cada uno. Y es y vive en cada uno.

 

 

Tocar como Jesús mismo se dejó tocar. Entender que cada uno de nosotros, yo misma en mi pequeñez, en mi nada, soy producto de una caricia de Dios. Animarme a acariciar, mi realidad, la tuya. Ser dócil a las caricias. Ser dócil a este con-tacto con Jesús. Perder el miedo a la cercanía, dejarlo entrar.

 

 

Y gustar, y ver lo buenp que es. Lo inmenso que es. Saborear su misterio que se hace tan vivo y real en cada uno, en mí misma. Gustar como el acto más hondo de mi ser, ahí donde solamente puede estar Él. Estar íntimamente con Dios, presencia con presencia. Simplemente estar, a solas, sin decir nada. Simplemente siendo, saboreando su presencia.

 

 

La acampada en su todo, las charlas, las actividades, los juegos, las personas, e incluso la comida, actuaron en conjunto para que Él se haga real, vivo y presente en todo y en todos. Y me regaló a mí, las gracias que antes conté, y personas llenas de su amor, que me llevo y guardo siempre.

 

 

¡¡¡Por todo eso, GRACIAS!!!

 

Magalí Baez- Resistencia, Chaco

 

 

 

 

Magali Baez