Hijo/a mio/a:
Tú todavía no sabes lo que eres. No te conoces aún -quiero decir que no te has reconocido del todo-como objeto de mi amor. Por eso no sabes lo que eres en mí e ignoras las posibilidades que hay escondidas en ti.
Despierta y deja los malos sueños: esa fijación en los fracasos y los fallos, en los cansancios, caídas y pasos en falso. Todo eso no es tu verdadero yo. Déjate amar y guiar y… ¡ya verás!
Las máscaras que llevas y los disfraces que te pones te pueden ocultar a los ojos de los demás -quizá a tus propios ojos también-, pero no pueden ocultarte a los míos.
Esa mirada, tu mirada, que no es clara, y tu deseo febril, anhelante, así como tus ambiciones, petencias y ardores tan queridos, tan tuyos, tan fuertes… Todo eso no es tu verdadero yo.
Bajo todo ello, detrás de todo eso, más allá de tus dudas y tu pasado, yo te miro, yo te amo, yo te elijo y abro las puertas del cielo para mostrártelo.
Tú eres un hijo a quien quiero.
¡Podría decir tantas cosas…!
No de ese tú que busca disfraces, sino del tú que permanece en mi corazón que acuno como padre/madre en mi regazo, del tú que puede aún manifestarse…
Haz visible lo que eres para mí. Sé el sueño hecho realidad de ti mismo. Activa las posibilidades que en ti he puesto. No hay ningún don al que no puedas aspirar. Llevas mi sello, mi sangre y espíritu.
Te beso, te amo, te libero, te lanzo… Te abro a la vida y te hago dueño. Y si todo esto es lo que yo hago, ¿qué te impide levantarte, andar y ser? Estás en el mundo por tu bien y mi querer.
Ulibarri, Fl.