“Jesús le tendió la mano, lo levantó”

lunes, 25 de enero de
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Me encontraba cansada, lo sabias. Habíamos trabajado mucho aquel día y todavía había gente. Notaste mi cansancio, mi desgano al hacer las cosas. Entonces, me pediste que subiera a la barca y me adelantara; Tu terminarías de despedir a las personas.

Subí a la barca, y entre el cansancio y las olas que nos mecían; me relaje tanto, que me dormí… me olvide de todo, de todos.. de Vos…

¡Me desperté de repente! Una tormenta, por la que atravesaba amenazaba con hundir la barca. ¡Que desesperación! ¡No sabia que hacer! Me estaba hundiendo, y en eso, apareciste, de la nada, caminando sobre el agua… ¿Qué hacías ahí en medio de la tormenta que amenazaba con ahogarme? En nada te afectaba. ¡Cuanta confusión en mi corazón! ¡Cuanto miedo me dio! No sabia que hacer, que decir, que pensar… Entonces me dijiste: “No temas! Soy Yo”

¿Sos Vos? ¿realmente sos Vos? ¿Cómo? ¿Acaso no sabias que iba a pasar esta tormenta? ¿Por qué me mandaste sola? ¿Sos realmente vos o en mi desesperación me hice una imagen tuya para no sentirme sola? ¡Que confusión! Acá estoy yo, en la barca que se hunde por la tormenta… Ahí Vos en medio de la tormenta que no afecta tu calma. -“Ve ní” me dijiste, y sin pensarlo salté de la barca.

Con la mirada puesta en Vos comencé a caminar… Esa mirada… Tus ojos me transmitían seguridad y calma, me decían -“Vení, acá te espero”-.  Con mi mirada puesta en la tuya caminaba, hasta que un viento fuerte golpeó mi rostro y me di cuenta… ¡Caminaba sobre el agua en medio de la tormenta! El agua que casi me hunde estaba debajo de mis pies, las olas me golpeaban. ¡Imposible! Yo no se nadar… ¿y si me hundo? ¡Que miedo!

Y lo peor, lo que más temía se comenzó a hacer realidad… Comencé a hundirme. El agua fue subiendo, va, mas bien yo fui bajando… Primero hasta la rodilla, luego hasta la cadera, luego hasta la cintura, luego los hombros… y ahí empezó mi desesperación. Me ahogo, no se nadar. De la misma desesperación parecía hundirme más… Intenté salvarme por mis propios medios, pero no pude, me hundía…

¿Cómo es que llegué a esta situación? ¿Como es que termine así?… ¡Ahí recordé! Vos estabas ahí, Jesús, seguías parado junto a mi en medio de la tormenta… El agua me llegaba hasta el cuello, ya me estaba ahogando… y solo atiné a decirte: “¡Señor salvame!”. Vos tendiste tu mano, como pude me aferré a ella y me salvaste…

Mientras volvíamos a la barca me decías: “¿Por qué dudaste? Que poca fe mujer”. Esas palabras atravesaron mi corazón como una flecha… Realmente fue algo doloroso escucharlas. “¿Por qué dudaste?”, “Que poca fe mujer”… ¿Cuantas veces te vi rescatar gente? ¿cuántas te vi salvarlas de su pecado? ¿cuántas veces te vi devolver la vista, la voz, el oído, el caminar? ¿cuantas veces te vi rescatarme?… ¿Por qué dudé? Ahí lo entendí. Fue porque aparté mi mirada de la tuya. Mientras te miraba caminaba firme y la tormenta, aunque estaba, no me afectaba… Tu mirada me transmitía seguridad, esa confianza para seguir caminando. Cuando no te vi mas… ya no la tuve… y al ver la tormenta,  las olas y el viento, tuve miedo y comencé a hundirme…

Subí la barca prometiéndome que nunca dejaría de mirarte, que por mas fuerte que sea la tormenta y por más miedo que tenga, no apartaría mi mirada de Vos. Tenia la certeza de un Dios que en medio de la tormenta esta parado junto a mi, listo para tenderme la mano y salvarme… Todo estaba en calma y Vos seguías a mi lado. Los que vieron como me salvaste se postraban ante Ti y te alababan diciendo: “Realmente es Hijo de Dios”.

No fue nada lindo pasar por esa tormenta. Pero, si eso sirvió para que ellos -y yo- lleguemos a esa conclusión, ¡bendito seas!.

Bendita tormenta que dejo ver tu Gloria y tu poder.

Bendita tormenta que me dejó ver cuanto me amas, que nunca me abandonas, que puedo caminar firme, aun en medio de la tormenta si tengo puesta mi mirada en Vos. Y que si dejara de mirarte, no te apartaras de mi lado…

¡Bendito seas por siempre Señor y bendito tu amor!

 

Mariana Maidana