Padre nuestro… Llamar a Dios Padre es siempre sentirse llamado hijo del alma, hijo amado. Es esencial sentir que Dios es Padre, tanto que es entonces cuando nos sentimos unidos a Él en su paternidad, cuando nos vivimos identificados con Jesús y nos sentimos hijos amados del Padre.
Que estás en el cielo… en el cielo, pero no en la indiferencia, ni en “babia”. Estas en el cielo, es decir, que estas cerca de los que sufren y de los que viven en todas las periferias existenciales, que quieres vivir en el cielo de mi corazón y vives con tu presencia haciendo que en la tierra, donde se ama, exista el cielo y donde no se ama, todo se transforme en infierno.
Santificado sea tu nombre… tu nombre es Santo, y tu Vida, y tu Persona, y tu Corazón. Santificado sea tu nombre en todos los lugares de la tierra y en todos los corazones humanos. Ayúdanos a ser y a vivir contagiando la alegría del Evangelio en el corazón de los pobres.
Venga a nosotros tu Reino… tu Reino que está presente en el corazón de cada persona que tiene como ley las Bienaventuranzas y como meta el Corazón de Cristo. Venga tu Reino de paz, de justicia, de libertad y de amor y que llenen todos los corazones humanos.
Hágase tu voluntad… hágase tu voluntad, Señor, siempre, para que los hombres y mujeres encontremos la alegría en vivir contigo, en que Tú seas más amado y conocido por todos. Haz, Señor que, al cumplirse tu voluntad, estrenemos la vida nueva.
Así en el cielo como en la tierra… cuando se hace la voluntad de Dios, el cielo se convierte en la necesidad de la tierra y la tierra se vive transformada en un auténtico cielo. Es necesario escuchar la voz del Evangelio y vivirla como una auténtica llamada a transformar nuestra vida según el Corazón de Dios.
Danos hoy nuestro pan de cada día… el pan que sacia nuestra hambre, el pan de la Eucaristía que sacia nuestra sed del Amor de Dios, que el Señor nos lo de “hoy”. Su Amor se preocupa de cada uno de nosotros y nos ayuda a seguir viviendo cada día, hoy, la fiesta del Amor de Dios que nos salva y libera.
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden… Donde no hay perdón y misericordia no se realiza el plan de Dios. Dios, que es Amor, lo expresa en un perdón de Corazón. Cuando nosotros perdonamos, nuestro corazón se identifica con los sentimientos del Corazón misericordioso de Jesús.
No nos dejes caer en la tentación… la mayor tentación es separarnos del Amor de Dios y del amor a los pobres. La tentación no es mala; con frecuencia descubrimos que en aquello en lo que somos tentados están nuestros grandes tesoros. Lo importante es no caer en la tentación, es vivir en el Amor que se hace entrega incondicional a los que sufren.
Y líbranos del mal… líbranos del mal y del Maligno, que sepamos experimentar cada día que cuanto más nos creemos el Amor de Dios, más nos inunda el Bien que expulsa el mal y todo aquello que nos separa del Amor incondicional al Señor y a los hermanos.
Amén… Amén es decir “así sea”, es decir “hágase”, es decir “cuenta conmigo”. Cuando decimos amén con el corazón y no sólo con los labios, todo lo que vivimos, podemos descubrirlo como una aventura que nos lleva al amor de vivirlo todo unidos a Él.