Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida”.Los fariseos le dijeron: “Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale”.
Jesús les respondió: “Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.
En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí”.
Ellos le preguntaron: “¿Dónde está tu Padre?”. Jesús respondió: “Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre”. El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
Palabra de Dios
P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba
El evangelio de este lunes es continuación del texto según San Juan que escuchábamos en las celebraciones del fin de semana.
Jesús es directamente acusado por los fariseos y allí mismo se declara como Luz del mundo que ha venido a iluminar las tinieblas del pecado y no necesita el testimonio de los hombres sino hacer la voluntad del Padre que lo ha enviado.
De la misma manera, cuando experimentamos la presencia del Espíritu Santo y la certeza del llamado de Jesús en nuestra vida, ya sea para la conversión como así también para la confirmación en el caminar, no tenemos que dejarnos guiar por las aprobaciones de los demás, nuestro mayor temor es perder de vista al Maestro que siempre invita y nunca obliga.
Conocer a Jesús es el mayor desafío, creer y conocer dejándonos iluminar por su presencia. Y como escribe San Pablo en una de sus cartas, si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
Fuente: Radio Maria Argentina