Evangelio según San Mateo 5, 1-12

viernes, 4 de junio de
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En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán "los hijos de Dios". Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros".

Palabra de Dios


 




Monseñor Carlos Ñáñez | Arzobispo de la Arquidiócesis Córdoba




Queridos jóvenes, es una alegría estar nuevamente con ustedes a través de este medio; la alegría también y sobre todo de compartir el Evangelio. El que hoy nos propone la Iglesia, es una de las páginas más bonitas, la de las bienaventuranzas. Todas ellas proponen un estilo de vida. No se desentraña toda su riqueza, ni a primera vista, ni de una sola vez. Por eso este Evangelio es uno de aquellos que hay que gustar despaciosamente, hay que rumearlo, como decía el curita Brochero; cuando ya estaba ciego y le leían el Evangelio, él lo repasaba, lo profundizaba, lo gustaba a lo largo de todo el día; le decía a la monjita que le leía el Evangelio “ya tenemos pasto abundante para rumear todo el día”.

Estas bienaventuranzas tienen una clave, y es la clave de la alegría y de la felicidad, todas ellas empiezan con esta expresión “bienaventurados los que…”, es decir “felices los que…”.

Las bienaventuranzas son ocho, yo me detengo sobre todo en la séptima y en la sexta. La séptima dice “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Qué bonito esto de ser trabajadores, constructores de la paz, qué bonito pensarlo a esto en la Argentina del bicentenario. Nosotros muchas veces a nuestro alrededor observamos crispación, enfrentamiento, intolerancia, ruptura, pero tenemos que hacer triunfar la apertura, el respeto, el diálogo, el entendimiento, tenemos que apostar a la bondad que está en el corazón de cada persona, y desde allí construir la paz, en la familia, en la facultad, en el colegio, en el trabajo, en la sociedad; todo un desafío, pero tiene un premio, Jesús dice “felices” los que hacen esto, animémonos a construir la paz, a ser agentes de paz.

Y la sexta dice “Felices los que tienen un corazón limpio, porque ellos verán a Dios”, es decir, felices aquellos que no se aprovechan de la limitación, de la debilidad, de la fragilidad de los demás, felices los que no perjudican a los demás con actos irresponsables, felices los que no usan a los demás dando lugar al egoísmo, felices los que teniendo un corazón transparente, lleno de bondad, se animan a difundir el bien.

¿Nos animamos a vivir en ese espíritu, en el espíritu de las bienaventuranzas? Se dice que un joven es alguien que sabe arriesgar, que sabe arriesgarse, ¿nos arriesgamos a vivir este Evangelio?

Un saludo cordial y mi bendición.

 

 

 

 

Oleada Joven