Gracias Señor, porque en la última cena partiste
tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed.
Gracias Señor, porque en el pan y el vino
nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.
Gracias Señor, porque nos amastes hasta el final,
hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.
Gracias Señor, porque quisistes celebrar tu entrega,
en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.
Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo,
nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra.
Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar
y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos,
y mi camino de transformación en ti.
Fuente: AciPrensa