La fuerza quedó clavada
En el leño de dos brazos;
Esa cruz silenciosa,
Es corona del Calvario.
La debilidad te acosa,
Cristo solo y Cristo manso,
Todas las fuerzas las tienes,
Puestas en el Dios lejano.
Ya no pronuncia tu boca,
Ya no se mojan tus labios,
Ya no miran esos ojos
Espejos del cielo raso.
Sólo se quedó la noche
Pendiente de aquellos clavos…
Y te ha llevado la muerte
Mas su reino no has pisado.
Cristo del morir sereno,
Aun colgado de este árbol,
– fruto nacido de la Virgen,
del más virginal milagro-
dime cómo te moriste,
dime cómo has aceptado,
para que aprenda a ser mártir
en el sí de mi Calvario.
Cumpliste todas las cosas;
Ya está todo consumado,
Por eso mueres sereno
Ante cáliz tan amargo.
El que dibujó tu cara
Supo que tú eras el astro
Que alumbra con los reflejos
De la candidez del santo.
Di, Señor, cómo se muere
En esta tarde de llanto.
Di, Señor, como se vence
En la hora del Calvario.
Francisco Javier Carrión Armero, LC
en “Venid, almas a mi huerto”