Los milagros del cielo

lunes, 4 de abril de
image_pdfimage_print

Annabel Beam tenía sólo cuatro años cuando empezó a padecer lo que su madre Christy llamaba “problemas con la tripa” —dolorosos calambres abdominales acompañados de una aguda hinchazón. Con cinco años, sus intestinos quedaron completamente obstruidos y fue necesaria intervenirla de urgencia, la primera de muchas cirugías. Los médicos eran incapaces de determinar por qué los intestinos y estómago de Annabel no funcionaban como deberían. Aunque seguía diez prescripciones médicas, no podía comer ni beber con normalidad y necesitaba alimentación por sonda.

 

Pero entonces se cayó de un árbol. Y por una relación causa-efecto que desafía toda explicación, Annabel se curó.

 

Christy Beam conversó con el medio gráfico Aleteia y relató la historia de la rara enfermedad de su hija, su peligroso accidente y su inexplicable sanación. “Estamos tan contentos”, explicaba Christy, “tan apabullados por el impacto que nuestra historia pueda tener sobre el mundo, porque podría marcar una diferencia. Pero en realidad no es nuestra historia; es la historia de Dios. ¡Es abrumadora la idea de que Dios nos use para compartir su historia!”.

 

Esta historia increíble quedó recogida por primera vez en un libro récord de ventas, Miracles from Heaven: A Little Girl and Her Amazing Story of Healing. [Los milagros del cielo: una niña y su increíble historia de curación]. El 16 de marzo, la historia de Annabel quedará al descubierto en los cines de todo Estados Unidos, en una nueva película protagonizada por Jennifer Garner (como Christy Beam) y Queen Latifah.

 

 

 

 

En busca de un diagnóstico

Preocupada porque Annabel continuaba deteriorándose y temerosa de que pudiera morir, Christy Beam se negaba a aceptar los diagnósticos que recibía en los centros médicos cercanos a su hogar en Texas. Los médicos locales sugerían de todo, desde alergias a intolerancia a la lactosa; pero Christy estaba segura de que el problema de su hija era algo más serio. Finalmente, la familia Beam se puso en manos de un gastroenterólogo pediátrico, el doctor Samuel Nurko, reputado en todo el país, cuya investigación en el pediátrico Boston Children’s Hospital se centraba en trastornos de motilidad gastrointestinal.

 

En vista de que Christy no conseguía obtener una cita a pesar de meses de llamadas telefónicas y de cartas, decidió arriesgarse y tomó un avión hacia Boston con Annabel para presentar personalmente su caso al médico. La persistencia cobró sus frutos y el doctor Nurko pudo diagnosticar con precisión la condición de Annabel. La niña sufría, no de uno, sino de dos dolorosos trastornos digestivos, incurables y potencialmente mortales: pseudo-obstrucción intestinal crónica, una rara condición que emula los síntomas de una obstrucción intestinal; y trastorno de hipomotilidad antral, por la que unas débiles contracciones en la parte estomacal del antro causan un retraso de la evacuación gástrica.

 

 

Un accidente… y un milagro

Cuando Annabel tenía ocho años, de vuelta en casa después de otra hospitalización, se encontraba jugando en el jardín de la casa familiar en Texas. Animada por su hermana mayor, subió al enorme álamo que hay en el patio. Sin previo aviso, la rama en la que se había encaramado crujió y calló. Annabel no tuvo tiempo de asirse; se precipitó diez metros por la oquedad interior del álamo y aterrizó de cabeza en la profundidad del árbol hueco, encajada en la base del nudoso tronco.

 

Estuvo inconsciente y atrapada durante cinco horas y media hasta que el equipo de rescate consiguió por fin sujetarla con un arnés y subir su cuerpo hasta ponerla a salvo.

 

Lo que sucedió a continuación sigue siendo un misterio para la madre de Annabel. Christy Beam explicó que la caída de Annabel dentro del árbol, que pudo haberla matado, la curó. Emergió del tronco del árbol húmeda, magullada y sucia, pero bastante bien en todo lo demás. De forma inexplicable, cuando Annabel se despertó en el hospital, ya no sentía más dolor. Su abdomen hinchado había vuelto a su tamaño normal y era capaz de ir al baño también con normalidad. Por primera vez, después de meses de alimentación por incómodas sondas, podía comer la comida habitual. Los médicos empezaron a retirarle sus medicaciones y, llegado el momento, se le dio el alta de su gastroenterólogo pediátrico. “Jesús debió estar con esa pequeña dentro del árbol”, dijo el médico, “¡porque está completamente sana!”.

 

La visión del Cielo de una niña

En los días que siguieron a su inesperada recuperación, Annabel compartió con sus padres lo que había sucedido durante las horas atrapada en las profundidades del álamo. “Mamá, fui al cielo mientras estuve en ese árbol”, dijo la niña. “Me senté en el regazo de Jesús. Me quería quedar allí, pero me dijo que no podía”.

 

Tras insistirle para que diera más detalles, sus padres supieron que Annabel había visto a su abuela “MeeMee”, que había fallecido algunos años antes. “Por eso supe que estaba en el cielo”, les dijo.

 

“Siempre pensé que estar en el cielo sería como sentarse en las nubes; pero en realidad es como estar suspendida por encima del universo. Siempre pensé que Dios tenía un gran corazón, y lo tiene, su corazón es tan grande que deslumbra. Sus ojos brillan como la gloria dorada reflejada por el sol”.

 

A medida que Christy citaba la vívida descripción de su hija del paraíso, se maravilló porque una niña tan pequeña pudiera hablar tan elocuentemente. “No le habíamos enseñado a hablar así”, musitó Christy. “Siempre hemos ido a la iglesia, pero que una niña de nueve años hable con esos términos… bueno, supe que algo dramático había sucedido”.

 

Durante el reciente preestreno de Los milagros del cielo en Dallas, Annabel amplió la descripción transmitida por su madre: “Todo resplandecía”, me dijo. “La luz venía de todos los lugares, de las flores y de las plantas, incluso la hierba desprendía luz cuando andabas sobre ella”.

 

Un mensaje de esperanza y aliento

Reflexionando sobre cómo su vida y la vida de su familia habían cambiado a causa de los eventos relacionados con la enfermedad de Annabel y su milagrosa curación, Christy Beam afirmó, “No vivimos nuestras vidas de forma diferente, porque nunca perdimos nuestra fe. Oh, fue duro y para mí supuso todo un reto a veces. Me preguntaba, ‘Vale, Dios, ¿tienes un plan? ¿Cuál es tu plan?’. Pero siempre sentíamos que Dios controlaba nuestras vidas, incluso la enfermedad de Annabel. Ahora que está bien, puede mantenerse fuerte y poner un signo de exclamación a nuestras creencias”.

 

 

 

 

Fuente: Aleteia

 

Oleada Joven