¡Ven Jesús a llenarme de la luz de tu vida! LD 4to dom Cuaresma Ciclo A (Hna Silvia – OCD)
Es impresionante el contraste que presenta el Evangelio de hoy entre la ceguera de nacimiento del hombre y la ceguera de corazón de los judíos.
Ya en el prólogo del Evangelio de Juan se nos había dicho: Todo se hizo por ella (por la Palabra), lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres y la luz brilla en las tinieblas. Y en 8,12 el mismo Jesús dice: el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Hay una luz que conecta con la vida. Hay un ver para vivir. Y hay una ceguera que conecta con la oscuridad y las tinieblas. Pero no es la oscuridad de la ceguera física, sino la oscuridad y las tinieblas del pecado. De hecho, el Evangelio de hoy abre con una pregunta sobre el pecado: ¿quién pecó, él o sus padres para que haya nacido ciego? (9,2). Y también cierra con la misma temática: Jesús les respondió: si fuerais ciegos, no tendrías pecado; pero, como decís: ‘Vemos’, vuestro pecado permanece (9, 41). Jesús -a través de la fe del ciego de nacimiento-, nos muestra que el pecado está en relación a la fe en su persona, a creer en Él o no: Jesús le dijo (…) ¿tú crees en el Hijo del Hombre? (9,35). Y quien estaba considerado por los judíos y fariseos como pecador: has nacido todo entero en pecado (9,34), pasa a ser ejemplo de creyente: Él le dijo: ‘Creo, Señor.’ Y se postró ante Él (9,38).
Podemos preguntarnos qué es lo que cegó a los judíos y fariseos, y si algunas de estas cosas pueden estar cegándonos a nosotros…
Quizá en este camino cuaresmal tenemos que seguir siendo liberados de nuestras cegueras interiores desde la austeridad de la realidad. Jesucristo no entraba en la imaginación, los esquemas y los parámetros religiosos de los fariseos: Este hombre no viene de Dios porque no guarda el sábado (9,16). La austeridad de la realidad de Su persona confronta nuestra imaginación, nuestros esquemas y nuestros parámetros pequeños. La clave para ser liberados de la ceguera de nuestras esperanzas chiquitas, del horizonte limitado en el que nos encasillan nuestros dolores está en la fe en la persona de Jesús. Fe en el Jesús real que nos muestran los Evangelios, no el Jesús que nos hacemos a la medida de nuestros deseos ni de nuestras prácticas religiosas. El Jesús real de los Evangelios, al que nos unimos por la fe, la esperanza y el amor, nos ilumina respecto de los ídolos de nuestros sentimientos que quieren tomar posesión de nuestro corazón y lo ciegan. Nos ilumina y nos libera de los ídolos de nuestras imaginaciones que quieren tomar posesión de lo que debemos verdaderamente esperar. Nos libera dándonos luz respecto de los dolores a los que nos atamos, y que quieren tomar posesión de un corazón que debe amar con la razón iluminada por la fe. La FE en su persona, la ESPERANZA en Él, y el AMOR con el que nos dona y se dona en su mandamiento nuevo (Jn 13,35; 15,12), son la clave de la liberación de nuestras cegueras interiores y la puerta abierta e iluminada para ser testigos de Su Misericordia como lo fue el ciego de nacimiento: Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloé y lávate.’ Yo fui, me lavé y vi. (9, 11).
Para tu oración personal… Luego de leer el Evangelio (Juan 9, 1-41), repetí varias veces los versículos 6 y 11. Luego cerrá los ojos y decilos de memoria y en voz alta. Ocupá el lugar del ciego, y abrite a la experiencia de ser vos misma/o quien que sos untada/o en tus ojos por Jesús e invitada/o a lavarte y ver…
Lo que se hizo en La Palabra era la Vida Y la Vida era la luz de los hombres Y la luz brilla en las tinieblas. Ven Señor Jesús, Ven a iluminar mis tinieblas y a llenarme de la luz de tu vida. ¡Ven Señor Jesús!