Pan para saciar el hambre de todos. Amasado despacio, cocido en el horno de la verdad hiriente, del amor auténtico, del gesto delicado.
Pan partido, multiplicado al romperse, llegando a más manos, a más bocas, a más pueblos, a más historias.
Pan bueno, vida para quien yace en las cunetas, y para quien dormita ahíto de otros manjares, si acaso tu aroma despierta en él la nostalgia de lo cierto.
Pan cercano, en la casa que acoge a quien quiera compartir un relato, un proyecto, una promesa.
Pan vivo, cuerpo de Dios, alianza inmortal, que no falte en todas las mesas.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj