Estar aquí, ante Ti, Señor, y ya está todo.
Cerrar los ojos de mi cuerpo,
cerrar los ojos de mi alma,
y quedarme así, inmóvil, silencioso,
abrirme ante Ti que estás abierto a mí,
estar presente a Ti, el infinito presente.
Yo acepto, Señor, este no sentir nada
no ver nada
no oír nada,
vacío de toda idea
de toda imagen
en la noche.
Heme aquí simplemente
para encontrarte sin obstáculo
en el silencio de la Fe,
ante Ti, Señor.
Pero, Señor, no estoy solo,
ya no puedo volver a estar solo,
soy multitud, Señor,
pues los hombres me habitan.
Yo los he encontrado
y ellos han penetrado en mí,
se han instalado en mí,
me han atormentado,
me han traído problemas,
me han comido,
y yo los he dejado, Señor,
para que ellos se alimenten y descansen.
Y ahora te los traigo al presentarme a Ti.
Heme aquí, Señor,
helos aquí
Michel Quoist, en Oraciones para rezar por la calle