Acompañar hasta la morada del Padre

martes, 17 de mayo de
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Desde el Punto Corazón de Valparaíso, Chile.

 

Sra. María estaba ya hacía varios meses en cama, muriendo poco a poco por un cáncer que hace unos días la dejó partir. Vivía con su hija que junto a su hermano la cuidaron y velaron hasta sus últimos momentos.

 

La amistad con Sra. María comenzó en diciembre y durante todos estos meses hemos podido vivir con ella este proceso de pasar de la tierra a la casa del Padre. La última vez que la visité, fui con un amigo a llevarle la comunión. Ya casi no podía hablar, sus dolores eran tan fuertes que apenas percibía que estábamos a su lado. Su hija me había dicho que llevaba una semana sin poder comer, y que con mucho esfuerzo podía tomar agua. Tome sus manos, hicimos una pequeña oración y recibió el Cuerpo de Jesús. Si pudiera poner en palabras el gran amor con el cual comulgó. Guardamos silencio unos minutos y nos dejamos abrazar por la Paz que ella nos daba.

Me despedí de ella con un beso y una hermosa mirada, diciendo “Gracias por dejarme compartir con usted esta comunión, la veo pronto”. Sin saber que esa sería la última vez.

Y seguro pensaran ¿cómo una persona muriendo puede darme Paz?, les aseguro que si hubiesen visto el hermoso rostro de Sra. María, su mirada, si hubiesen escuchado cada palabra que salía de su boca, con cuanta Fe se confiaba a Dios, y como entregaba en cada decena del Rosario su dolor y su Familia. Sin duda también les regalaría a ustedes un poquito de su Paz.

 

Muchas veces me pregunté ¿qué podíamos hacer por Sra. María? Pero no se trataba de hacer algo por ella, sino de Ser. De Ser como María al pie de la Cruz, que vio morir a su hijo pero aun así con todo el dolor de su corazón estaba ahí para él. Así fue como intentamos acompañar a Sra. María y muchas veces cuando la Cruz era demasiado dolorosa, tanto para ella como para nosotros, su sonrisa y su confianza en Dios nos daba la fortaleza para seguir hasta el final.

 

Daiana L.

 

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