Desde el Punto Corazón de San José en Costa Rica.
Nuestra casa queda en una colina y está rodeada de un inmenso espacio verde y de bellos árboles. Las tardes comienzan con la oración del rosario y los niños van descubriendo esta oración. Para la mayor parte de ellos es una novedad (mismo para los que son católicos), pero se entregan a ella con todo el corazón: “le pido a Dios por ustedes tres”, dice Axel de cuatro años a quien el PANI (el organismo del gobierno que se encarga de velar por los niños) acaba de sacar a su mamá. “Para que Dios me permita vivir muchos años más” reza Jordan de 10 años, que sufre del corazón y que espera desde hace meses ser atendido por un especialista en el hospital público, o Escarlet de 12 años, la “jefa” y la más tremenda, que busca flores para ponerle a nuestra Virgencita.
Esta media hora se ha vuelto mi remanso de oración, donde aprendo de los pequeños que confían a la Madre del cielo todas sus intenciones, con los ojitos cerrados y el corazón abierto. En nuestra minúscula sala, de alguna forma nos las arreglamos para ubicarlos a todos, este espacio permite a los niños sentirse en casa. Lo que más desean nuestros visitantes, no son juegos extraordinarios sino que nosotras estemos con ellos.
Analía P.