Cuando esté duro mi corazón y reseco,
baja a mí como un chubasco de misericordia.
Cuando la gracia de la vida se me haya perdido,
ven a mí con un estallido de canciones.
Cuando el tumulto del trabajo levante su ruido en todo,
cerrándome el más allá, ven a mí, Señor del silencio,
con tu paz y tu sosiego. Cuando mi pordiosero corazón
esté acurrucado cobardemente en un rincón,
rompe Tú mi puerta, Rey mío, y entra en mí
con la ceremonia de un rey.
Cuando el deseo ciegue mi entendimiento,
con polvo y engaño,
¡Vigilante santo, ven con tu trueno y tu resplandor!
Tagore