Ver, decidir y arriesgar

jueves, 26 de mayo de
image_pdfimage_print

¡Ay de nosotros, los indecisos! A menudo se nos pasan los trenes y las oportunidades, por no estar seguros, por querer guardarnos algún as en la manga, por miedo a perder oportunidades al cerrarnos puertas. De pequeños decidimos pocas cosas, otros –generalmente los padres– deciden mucho por nosotros. Pero luego se van empezando a cambiar las tornas. Y uno tiene que optar por cómo va a emplear su tiempo, si va a estudiar –y en ese caso qué– o trabajar, si arriesga o asegura, s…i se va de casa, si empieza una relación, cómo va a vivir la fe… Tal vez acertemos o nos equivoquemos, pero perderíamos la batalla de antemano si no somos capaces, de vez en cuándo, de decidir.

 

A veces uno tiene miedo de hacer grandes apuestas vitales. Pero merece la pena apostar fuerte alguna vez. Ir a por todas. Arriesgar. De otro modo, tal vez termines moviéndote solo por el terreno ya conocido, donde no hay novedad, donde no hay aprendizaje, donde no hay descubrimientos.

 

Dios no es el Dios de lo fácil, de lo ya sabido, de lo domesticado, sino el Señor de lo incierto, de lo valiente, de lo nuevo. Y algunas veces, en la vida, nos anima a salir de la estrechez de los lugares, las gentes y las dinámicas que ya nos son familiares, para encontrarle más allá.

 

De todo ocurrirá en la vida. Meterás la pata, una y mil veces. Dirás lo que no quieres, harás lo que no esperabas, elegirás mal y tendrás que desandar el camino andado, o seguir adelante, si no hay marcha atrás, enderezando el rumbo. O, por el contrario, elegirás bien y podrás darte un respiro o congratularte por el acierto. Pero, al menos, estarás viviendo.

 

Acierta y equivócate, pero vive. Bien o mal, pero elige. Rectifica, que es de sabios, cuando lo necesites. Y agradece, que es de bien nacidos, las buenas jugadas de la vida.

 

 

Fuente: Pastoralsj

 

Noelia Viltri