Evangelio según san Mateo 5, 38-42

viernes, 10 de junio de
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Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.

 

Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.  Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

 

 

 

Palabra del Señor

 

 

 


 P. Javier Verdenelli Sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

El evangelio de hoy forma parte de una pequeña unidad literaria que va desde Mt 5,17 hasta Mt 5,48, en la que se describe como pasar de la antigua justicia de los fariseos (Mt 5,20) para la nueva justicia del Reino de Dios (Mt 5,48). Describe como subir la Montaña de las Bienaventuranzas, de donde Jesús anunció la nueva Ley del Amor.

 

El gran deseo de los fariseos era alcanzar la justicia, ser justo ante Dios. Es éste también el deseo de todos nosotros. Justo es aquel o aquella que consigue vivir allí donde Dios quiere que lo haga. Los fariseos se esforzaban para alcanzar la justicia a través de la observancia estricta de la Ley. Pensaban que era por el esfuerzo que podrían llegar hasta el lugar donde Dios los quería. Jesús toma postura ante esta práctica y anuncia que la nueva justicia tiene que superar la justicia de los fariseos (Mt 5,20).

 

En el evangelio de hoy estamos casi llegando a la cima de la montaña. Falta poco. La cima está descrita con la frase: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48), que meditaremos juntos en el evangelio de mañana.

 

Por otro lado, en este año de la Misericordia podríamos compartir ser “Misericordiosos como el Padre”, ese es el desafío. La justicia no tiene que ver sólo con señalar lo que éste hizo bien o lo que hizo mal, sino mi capacidad para acoger a aquél se ha equivocado, que se acerca para pedirme perdón y cómo mi corazón se transforma y puede abrazar su pecado.

 

Veamos así, entonces, este último grado que nos falta para llegar a la cima de la Montaña, de la que San Juan de la Cruz dice: “Aquí reinan el silencio y el amor”. 

 

Radio Maria Argentina