Lo que cambió para siempre la vida de Madre Teresa

jueves, 30 de junio de
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Fueron dos los episodios que cambiaron para siempre la vida de la futura Madre Teresa de Calcuta. Lo cuenta Roberto Allegri en “La mamá de Calcuta, Madre Teresa” (Ancora editorial).

El “pimpollo”

El verdadero nombre de Madre Teresa es Agnes. Pero la familia la llamaba “Gonxha” que en albanés significa “pimpollo”. Un nombre clarividente, además de afectuoso, porque un pimpollo es promesa de belleza, es concentrado en sí mismo, destinado a abrirse y a dar esplendor.

La infancia en Skopje

Esa niña tan delgada y grácil, se convertirá en una flor de extraordinaria potencia, un sol de amor hacia los demás, un ejemplo tan luminoso que es capaz de escribir su historia. Agnes nació en 1910, vive en Skopje, una pequeña ciudad de los Balcanes, localizada entre Albania, el mundo islámico, y el eslavo.

La pasión por los viajes

En Skopje, Agnes va a la escuela parroquial, donde se habla albanés. Le encanta ir a la escuela. Tiene sed de conocimiento y de aprender. Agnes sueña con viajar por el mundo, atravesar mares, visitar los lugares que ha estudiado durante las lecciones de geografía: Roma, Atenas, París, Jerusalén y las misteriosas ciudades de orienta, India y África.

El amor por el prójimo

Agnes, en las escuela, suele ayudar a sus compañeros que van más atrasados, los que no entienden enseguida las fórmulas matemáticas o las complicaciones de la gramática. Se siente feliz al poder ayudar a otros. Muchas veces piensa en esos niños que van mal vestidos, y se pregunta porque no somos todos iguales.

El envenenamiento del padre

En 1918 llega, para la pequeña Agnes, la primera desgracia. Su padre, concejal del ayuntamiento, es envenenado por sus enemigos, los independentistas albanos.

Mientras el padre agonizaba, su madre le pide que llame al párroco. Se lo encuentra por la calle y, junto, vuelven a casa donde le dará la extremaunción a Nikola, el padre de Agnes. La muerte de Nikola provoca en la familia una gran dificultad. Agnes debe apoyar a su madre y no dejar que su ánimo decaiga. Con solo nueve años le toca desempeñar un papel muy importante en la familia. Entre los estudios y su familia, la vida se le complicará bastante.

El encuentro con el misionero

Mientras tanto, un día, en el año 1922, otro episodio le cambia radicalmente la vida. Escucha a un misionero en la parroquia, el padre Anthony, que cuenta su vida en Bengala, India. El rostro de la niña se ilumina. Agnes se da cuenta de que tiene muchas cosas en común con el misionero. El amor por los pobres, el deseo de ayudar a los que están en graves dificultades.

El deseo de partir

El párroco se lo presenta: “Hola, me gustaría ser misionera, ir a India para hacer los que hacen ustedes”, confiesa la futura Madre Teresa. “Estos pensamientos te honran”, le responde el padre Anthony. “Mira Agnes, prosigue el misionero, cada persona tiene una misión que Dios le ha confiado. Ayudar a quien sufre, difundir su palabra, o tener tu propia familia. Hay muchas personas en el mundo y muchas tareas que llevar a cabo”.

El padre Anthony observa: “Tienes que estar segura de que este sea más o menos tu futuro. Cada uno de nosotros tiene una misión muy concreta”.

“Te lo dirá Dios”

Agnes le pregunta cómo podrá descubrir su vocación. “Rezando, responde el misionero, habla con Dios, dile que te grite porque no lo oyes bien. Si te sientes feliz con la idea de que Él te llama para servir al prójimo, entonces, esto será la prueba de tu vocación”.

Una conversación profética que con solo 12 años marcará el destino de Agnes.

Fuente: Aleteia