El 1 de agosto, un día después del día de San Ignacio, celebramos a San Pedro Fabro el primer compañero de Ignacio de Loyola, también parte del primer grupo de la Compañía de Jesús.
Pedro Fabro fue el primer sacerdote de la Compañía de Jesús. Nació en la Alta Saboya (Francia) en 1506 y murió en Roma (Italia) en 1546, cuando se dirigía a asistir al Concilio de Trento. En septiembre de 1872 fue proclamado beato por Pío IX y nombrado Santo el 17 de diciembre de 2013 por el Papa Francisco. Su fiesta se celebra el 2 de agosto.
Hijo de pastores de la Saboya, su gran capacidad intelectual y deseos de estudiar lo llevaron hasta París, donde entró en contacto con Francisco Javier y con Ignacio de Loyola, con los que compartió habitación. Ignacio le ayudó a superar sus dudas y a crecer espiritualmente. Ordenado sacerdote en 1534, forma parte del grupo de los seis primeros compañeros de Ignacio que, ese mismo año en Montmartre hacen votos de pobreza, castidad y de trabajar en Tierra Santa.
De carácter tímido, se le reconoce una gran capacidad para consolar y animar, y se le considera un auténtico maestro en los ejercicios espirituales, hasta el punto que para Ignacio era el mejor en la dirección de los ejercicios. Fue un jesuita ejemplar en su tiempo, uno de los más brillantes intelectualmente y al mismo tiempo, humilde y dispuesto a servir y ayudar a los demás.
Trabajador incansable, a lo largo de sus 40 años de vida, su actividad fue intensa y recorrió gran parte de Europa respondiendo a las misiones a las que fue enviado: profesor de Teología y Sagrada Escritura en Roma, en Worms y Ratisbona, participó en los diálogos entre católicos y protestantes, fue asistente del nuncio Papal en Alemania y profesor en la Universidad de Mainz y trabajó para la extensión de la Compañía de Jesús en Alemania, Países Bajos y España.
Fabro es considerado como un precursor del ecumenismo por el modo en cómo afrontó un tiempo en que la Iglesia sufrió grandes desafíos y disputas doctrinales. Su testimonio es el de un auténtico “contemplativo en acción”, por su incansable actividad y su gran capacidad de comunicación espiritual con las personas. Todo ello se refleja en su Memorial o Diario Espiritual, escrito principalmente entre 1541 y 1545, y en el que recoge sus experiencias.
Fuente: Flacsi.com