Miguel, pudo decirle no a la drogas definitivamente

martes, 2 de agosto de
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Miguel es un paraguayo de 34 años de edad que durante muchos años estuvo inmerso en el mundo de las drogas. Con mucho esfuerzo y con la fuerza de la fe en Dios pudo salir adelante y hoy ayuda a otros que atraviesan por el mismo problema.

 

Este es su testimonio, compartido en el Campus de Misericordia en la JMJ Cracovia 2016:

 

Mi nombre es Miguel tengo 34 años y soy de Asunción, Paraguay. Somos 11 hermanos y fui el único con problemas de drogadicción. Me recuperé en la Fazenda de la Esperanza San Rafael | RS – Brasil.

 

Durante 16 años use drogas, desde los 11. Siempre tuve grandes dificultades de relacionamiento con mi familia, no me sentía querido ni cercano a ellos. Discutíamos constantemente y vivíamos en continua tensión. No recuerdo sentarme en familia a la mesa, para mí la Familia era un concepto inexistente, la casa sólo era un lugar donde dormir y comer.

 

A los 11 años de edad escapé de mi casa ya que el vacío era muy grande. En aquel tiempo aún estudiaba pero yo quería “libertad”. En pocos meses estaba experimentando con drogas de camino a la escuela. Esto no hizo más que ahondar el vacío dentro mío, no quería regresar a mi casa, enfrentar a mi familia, enfrentarme a mí. Al tiempo dejé toda educación formal y mis padres tuvieron que cerrarme las puertas de su casa, estaban perdiendo la esperanza.

 

A los 15 años cometí un delito por el cual fui preso. Estando en prisión recibí la visita de mi padre quien me preguntó si quería cambiar y respondí “Sí”. Rápidamente logró tramitar mi libertad. Salí y volví a delinquir. Un día cometí un delito mayor por el cual fui preso seis años, años de mucho sufrimiento. No conseguía entender por qué ninguno de mis hermanos me visitaba. Así pasaron los años y cumplí la totalidad de la condena. Mis padres continuaban vinculados a la Iglesia.

 

A un mes de haber salido de prisión un sacerdote amigo de la familia me invitó a conocer un lugar llamado Fazenda de la Esperanza. Estaba sin rumbo en la vida. Todos esos años perdidos se reflejaban fuertemente en mi mirada, en mi rostro. Acepté ir, por primera vez me sentí en familia. Al principio me costaba mucho el relacionamiento, la convivencia.

 

En esta comunidad el método de sanación es La Palabra de Dios, vivirla. En mi proceso de recuperación tuve un compañero al cual me costaba mucho perdonar, yo precisaba paz y el ser amado. A mi séptimo mes me dieron una responsabilidad en la casa, la de ayudar a que funcione mejor.

 

Así comencé a entender que Dios pedía algo de mí. Entonces este compañero recibió una carta de su esposa, cuya relación estaba desgastada, esto me ayudó a comprenderlo mejor. Le entregué la carta y me dijo “Hermano, me perdona?” yo le respondí que por supuesto. A partir de ese momento tuvimos una excelente relación. Realmente Dios nos transforma, Dios nos renueva.

 

Me recuperé hace 10 años y hoy soy responsable de la casa “Quo Vadis?” de la Fazenda de la Esperanza en Cerro Chato – Uruguay, departamento del 33, hace 3 años.

 

Fuente: Aciprensa

 

Oleada Joven