Evangelio según San Lucas 1, 39-56

miércoles, 10 de agosto de
image_pdfimage_print

 

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,exclamó:

 

“¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.

María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”.

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


 

P. Javier Verdenelli saerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

 

María deja Nazaret, para dirigirse hacia el sur… El movimiento físico muestra la sensibilidad interior de María, que no está cerrada para contemplar de modo privado e intimista el misterio de la divina maternidad que se encierra en ella, sino que es lanzada sobre el sendero de la caridad. Ella se mueve para llevar ayuda a su anciana prima. A primera vista parecería una escena concentrada en las dos mujeres, en realidad, lo que importa para el evangelista es el prodigio presente en sus dos respectivas concepciones. La movilización de María, tiende, en el fondo, a que las dos mujeres se encuentren.

Así lo comenta san Ambrosio: “Isabel oyó antes la voz, pero Juan percibió antes la gracia”. Ahora Isabel le reconoce este servicio de amor, identificándola “bendita como madre y dichosa como creyente”.

Mientras tanto, Juan percibe la presencia de su Señor y salta, expresando con este movimiento interior el gozo que brota de aquel contacto salvífico. De tal suceso se hará intérprete María en el canto del Magnificat.

Ahora, según el Magnificat, los pobres tienen muchísimos motivos para alegrarse, porque Dios glorifica a los anawim (Sal 149,4) y desprecia a los orgullosos. En definitiva María celebra todo lo que Dios ha obrado en ella y cuanto obra en el creyente. Gozo y gratitud caracterizan este himno de salvación, que reconoce grande a Dios, pero que también hace grande a quien lo canta.

 

 

Algunas preguntas para meditar:

– Mi oración ¿es ante todo expresión de un sentimiento o celebración y reconocimiento de la acción de Dios?

– Maria es presentada como la creyente en la Palabra del Señor. ¿Cuánto tiempo dedico a escuchar la Palabra de Dios?

– ¿Está en la lógica del Magnificat que exalta el gozo del dar, del perder para encontrar, del acoger, la felicidad de la gratuitidad, de la donación?

 

Radio Maria Argentina