Los Evangelios, particularmente el de San Lucas, nos acercan la vida de San Juan Bautista las narraciones de los Evangelios. En ellos se habla de su nacimiento, de la vida en el desierto, de su predicación, y de Marcos que nos refiere a su muerte. Por el evangelio y por la tradición podemos reconstruir la vida del precursor, cuya palabra de fuego parece en la verdad con el espíritu de Elías. Negó categóricamente ser el Mesías esperado, afirmando la superioridad de Jesús, que apuntó a sus seguidores por ocasión del bautismo en las orillas del Rio Jordan. Su figura perece irse deshaciendo, a la medida que va surgiendo “el más fuerte”, Jesús. Todavía, “el mayor de entre los profetas” no cesó de hacer oír su voz donde fuese necesaria para concertar los sinuosos caminos del mal.
Reprobó públicamente el comportamiento pecaminoso de Herodes Antipas y de la cuñada Herodíades, y esto le costo la dura prisión en Maqueronte, en la orilla oriental del Mar Muerto. En una fiesta celebrada en Maqueronte, la hija de Herodíades, Salomé, habiendo dado verdadero show de agilidad en la danza, entusiasmó a Herodes. Como premio pidió, por instigación de la madre, la cabeza de San Juan Bautista.
El rey sintió una enorme tristeza ante este pedido porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal mandó matar al santo precursor.
Juan fue el ultimo profeta y el primer apóstol, el dió la vida por su misión, y por eso es venerado en la Iglesia como mártir.