Hoy celebramos a San Pedro Claver, sacerdote de la Orden de la Compañía de Jesús, que en Nueva Cartagena, ciudad de Colombia, durante más de cuarenta años dedicó su vida con total entrega, caridad y misericordia, a los esclavos negros. Bautizó con su propia mano a casi trescientos mil de ellos.
Nació en Verdú, en junio de 1580. Su nombre de nacimiento fue Pedro Claver Corberó, fue un misionero y sacerdote jesuita español que pasó a la posteridad por su entrega a aliviar el sufrimiento de los esclavos del puerto negrero de Cartagena de Indias donde vivió la mayor parte de su vida. Se apodó a sí mismo el “esclavo de los negros”.
Tímido y sencillo, catalán corto en palabras y largo en hechos, Pedro Claver Corberó, es una de las figuras del cristianismo más apasionantes y arriesgadas del siglo XVII, cuya vida se desarrolló en el contexto de injusticias del puerto negrero de Cartagena de Indias, centro de dramáticos conflictos morales y sociales.
Su entrega abnegada a los negros bozales, de los que los teólogos de esa época discutían incluso si poseían alma, es un modelo admirable de la praxis cristiana del amor y del ejercicio de los derechos humanos, de los que se lo declaró «defensor» en 1985.
Cada mes cuando se anunciaba la llegada del barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacia ver que el era su defensor y padre.
Los esclavos hablaban diferentes dialectos y era difícil comunicarse con ellos. Para hacer frente a esta dificultad, el padre Claver organizó un grupo de intérpretes de varias nacionalidades, los instruyó haciéndolos catequistas.
Mientras los esclavos estaban retenidos en Cartagena en espera de ser comprados y llevados a diversos lugares, el padre Claver los instruía y los bautizaba. Los reunía, se preocupaba por sus necesidades y los defendía de sus opresores. Esta labor de amor le causó grandes pruebas.
Los esclavistas no eran sus únicos enemigos. El santo fue acusado de ser indiscreto por su celo por los esclavos y de haber profanado los Sacramentos al dárselos a criaturas que a penas tienen alma. Las mujeres de sociedad de Cartagena rehusaban entrar en las iglesias donde el padre Claver reunía a sus negros. Sus superiores con frecuencia se dejaron llevar por las presiones que exigían se corrigiesen los excesos del padre Claver. Este sin embargo pudo continuar su obra entre muchas humillaciones y obstáculos.
Carecía de la comprensión y el apoyo de los hombres pero tenia una fuerza dada por Dios. Muchos, aun entre los que se sentían molestos con la caridad del padre Claver, sabían que hacia la obra de Dios siendo un gran profeta del amor evangélico que no tiene fronteras ni color. Era conocido en toda Nueva Granada por sus milagros.
En la mañana del 9 de Septiembre de 1654, después de haber contemplado a Jesús y a la Santísima Virgen, con gran paz se fue al cielo. Beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX.
Canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodriguez. El 7 de Julio de 1896 fue proclamado patrón especial de todas las misiones católicas entre los negros. El papa Juan Pablo II rezó ante los restos mortales de San Pedro Claver en la Iglesia de los Jesuitas en Cartagena el 6 de Julio de 1986.
Se lo honra como patrono de los esclavos, y desde 1896 como patrono de las misiones entre los negros. Se lo considera un ejemplo heroico de lo que debe ser el amor por los más pobres y marginados.