(De mi blog http://sencilloyescondido.blogspot.com)
Un tema que cualquiera que se diga creyente se debería haberse preguntado alguna vez. Sin duda, me arriesgaría a decir que fue una de las primeras preguntas que nos hicimos cuando comenzamos este camino.
El actual Papá emérito Benedicto XVI, en su mensaje para la XXVII Jornada Mundial de la juventud en 2012, resumió en una oración algo que no muchas veces prestamos atención sobre la voluntad de Dios:
“La Voluntad de Dios es que nosotros seamos felices”
Cada vez que alguien me pregunta sobre “¿Qué querrá Dios de mí? ¿Cómo distingo su camino?”, creo que la primera clave está en esta oración.Ahora bien, no es fácil, porque también depende de nuestro concepto de Felicidad, que puede estar errado. Entonces yo me preguntaría ¿Qué es la felicidad? ¿Qué me hace feliz a mí?
Pero ojo, no todo lo que brilla es oro, porque un título, una buena suma de dinero en el banco, un buen trabajo, una buena casa, el sexo, un novio/a que no se queja, pueden resultar cosas confortables y placenteras, pero ¿la felicidad está ahí? ¿O son ilusiones pasajeras?
El Salto de Fe.Bartimeo, el ciego de Jericó (Marcos 10, 46-52), estaba acostumbrado a una vida de mendigo, más aún siendo ciego de nacimiento. Imagínense en esa época, prácticamente no había ninguna posibilidad para él, no se podría curar.
Pero de repente se entera de algo, había una persona que tenía la fama de curar ciegos, pero ¿podría curarlo a él? Jesús se presenta y él grita desesperadamente, hasta que Jesús lo llama “Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él” (v50).
¡Dio un salto!, dejo todo, tiro su manto para acercarse a aquel al que solo había oído, casi sin dudar. Pero no termina ahí, Jesús le pregunta, una vez cerca: “¿Qué quieres que haga por ti?” (v51).Si, leyeron bien, después de todo el lio que hizo para llegar a Jesús, el maestro le hace esa pregunta “obvia”, porque uno presupone que el ciego quería ser curado. ¿Por qué Jesús lo haría?
Esa misma actitud de Bartimeo, quizás sea la que tengamos que tener nosotros ante Dios, porque tenemos que ser curados. Esa misma pregunta realizada al ciego, se nos hace hoy a nosotros:
“¿Qué quieres que haga por ti?”.
Dios no viene a avasallarnos con una Fe que solo sea cumplir reglas, sino que nos ofrece un camino a seguir, un camino que le da sentido a esas reglas. Dios nos hizo el regalo más hermoso que es la libertad, y tanto nos ama que la única decisión que Él tomó por nosotros, es justamente no decidir nada por nosotros.
Finalmente, Jesús abrirá nuestros ojos.
La pasividad, esa gran piedra.En la Evangelii Gaudium, en el punto 145, el Papa Francisco hace una descripción de la acción del Espíritu Santo:“La confianza en el Espíritu Santo que actúa en la predicación no es meramente pasiva, sino activa y creativa.”
Muchas veces he escuchado exageradas afirmaciones sobre “la providencia” y el famoso “si Dios quiere”, que a mi entender a veces usamos muy mal.Tratamos de patear la pelota; una frase clásica y muy usada: “Estoy esperando que Dios me mande a la persona indicada”, señalando un posible encuentro con ser “destinado” a ser nuestra pareja.Ahora, yo le preguntaría a aquella persona ¿Estas esperando que Dios te la mande por correo dentro de una caja de cristal? Y vos, ¿Qué estás haciendo para ser digno de esa persona?
La pasividad, la mediocridad, es un gran obstáculo que a veces nos hace pensar que toda la responsabilidad es de Dios, por eso nos enojamos cuando algo “no se da”, o cuando nuestros planes no funcionan.
Tenemos que trabajar, el Espíritu Santo (que también es Dios), no se queda quieto, sino que es creativo y sopla donde quiere, como dice el Santo Padre.Don Bosco tiene una frase fenomenal:
“No le pidas a Dios una mujer si no has demostrado ser un hombre”
Y lo mismo podría decirse en viceversa.
No esperemos que Dios haga todo mientras nosotros no movemos ni un dedo. Bartimeo dio ese salto y Dios actuó; Isaías, ante la pregunta de a quien enviaría, respondió “¡Aquí Estoy!, envíame” (Is. 6, 8); los apóstoles, ante el llamado de Cristo, “dejándolo todo, lo siguieron”; María, nuestra madre, dio su SI y fue madre de Cristo, y todas las generaciones la llamaron “Feliz”.
Por eso, debemos arriesgarnos sin miedo a equivocarnos, no nos engañemos, nadie es perfecto. Pero esta aventura comienza dando ese salto, dejando que Dios tome nuestra vida y reme con nosotros en nuestra barca.
Entonces, ¿Qué debemos hacer?Cada persona es un mundo, reza un slogan de una publicidad de una empresa de celulares. Yo creo que igualmente, aunque el camino de la Fe resulta muy personal, también es verdad que pertenecemos a la Iglesia, y muchas luces encontraremos allí.
LA ORACIÓN debe ser fundamental, pedir a Dios la gracia de que nos muestre el camino que deberíamos tomar. Justamente será nuestra respuesta ante la pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti?
CONOCER A DIOS es quizás la otra columna principal, y me refiero específicamente a la formación cristiana. Profundizar nuestra vida de Fe, conocer y escuchar lo que la Iglesia nos dice, leer a los Santos, son cosas que acompañadas de una profunda espiritualidad nos ayudarán a escuchar a Dios. Esto lo perfeccionaremos aún más, si tomamos el hábito de LEER LA BIBLIA.
TRABAJAR, no quedarnos quietos. Si pedimos a Dios un nuevo trabajo, entonces deberemos salir y buscar, repartir CV, conocer empresas, capacitarnos; si le pedimos una pareja, procuraremos conocer gente, estar dispuestos a amar, e incluso vestirnos bien, arreglarnos, son cosas que parecen banales, pero ayudan; y así no quedarnos quietos esperando todo de arriba, sino colaborar con la obra, recuerden la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-29).
CONOCERSE SI MISMO es casi tan fundamental como conocer a Dios. Pero no hablo desde un punto de vista “narcisista”, sino más bien desde nuestra humidad reconocer nuestras fortalezas y sobre todo, nuestras debilidades. Dios nos hizo libres para que podamos decidir amarlo y seguirlo, y esa libertad nos hace responsables de nuestra vida. No somos robots que ejecutan órdenes. El mandato “amar al prójimo como a ti mismo”, encierra algo que muchas veces olvidamos, pero Dios quiere nuestra felicidad, y siempre nos acompañará en nuestras decisiones.Conocernos, nos ayudará también a saber cuál es nuestro llamado, y que es lo que nos hace felices.
Parecen cosas muy difíciles, quizás lo sean, pero se simplificarían (insisto) si confiamos en Dios, como Bartimeo.No dejes que otras voces que no son de Dios, decidan por vos. Uno puede escuchar miles de consejos, pero al fin y al cabo, la decisión la tenes que tomar vos, con la certeza de que Dios estará ahí, aún en tus errores. Ese es el camino y la aventura de la Fe.
Sos (y somos) hijos de Dios, venimos a esta vida para cumplir un propósito enorme. Cuando Santa Teresita del Niño Jesús tenía muchas dudas acerca de su llamado, encontró en Corintios 13 la respuesta a su incertidumbre, encerrándola en una sola frase:
“Mi vocación es el amor”
No pretendo que esto sea una fórmula que te solucioné tu vida espiritual, Dios llama a cada uno por su nombre, de manera personal. Pero está en vos dejar que Él actúe.
Puede ser que no sientas o no escuches nada también, en esos momentos no hay que tener miedo, quizás pensando nuevamente en Bartimeo, tengamos que guitar:
“¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”