TE LO SUPLICO, NO DEJES DE SER PECADOR

viernes, 28 de octubre de
image_pdfimage_print

“el publicano decía: Señor, ten compasión de mí que soy un pecador” (LC 18)

Aunque no peques, no dejes de ser pecador, Aunque con el tiempo hallas decidido orar más, hacer ayunos, compartir tus cosas con los necesitados, acercarte a Dios, no dejes de ser pecador.

 

Aunque por el Señor obres cosas magníficas, practiques la caridad, evangelices a millares, te portes bien con los de tu casa, el trabajo y el estudio y cumplas con todos los deberes sin faltar a uno, no dejes de ser pecador, porque entonces, cuando creas que has dejado de serlo, habrás puesto la certeza de tu salvación en ti y en tus obras y no en El, en su gracia, que gusta de llamar a los pecadores y se complace en derramar su misericordia en ellos para que la dejen fluir hacia los demás sin mérito alguno. 

 

No pretendamos, hacer mentiroso al Señor que sabe quién somos y nos hizo frágiles, débiles, pecadores, potencialmente erráticos, con el único fin de usar con nosotros de su misericordia, y gracias a esa, nuestra pequeñez, lo conoceremos en su esencia más bella, la misericordia; y así lo enseñaremos a los otros.

 

Los santos, por el exceso de luz que produce el Espíritu Santo en la oración, tuvieron tal claridad sobre su alma que siempre se experimentaron así, pecadores, porque saberse pecador es una gracia del Espíritu Santo, poder reconocer que sólo de Dios viene el perdón, no de nuestra auto- justificación y que nos ha hecho así para que nos mantengamos en su presencia por la humildad, andando en la verdad de su gran misericordia y de nuestra miseria y nada.

 

Sí, mi hermano, mi hermana, aunque nos cueste mucho, aunque no pequemos más y hagamos lo posible por no caer, no dejemos de ser pecadores, El nos dará la fuerza para mantenernos en la verdad, en la pobreza y la humildad, donde solo nos sostiene el único Santo: esa es, al fin, nuestra santidad posible; decía Chesterton: “Reconozco un santo porque se reconoce pecador”.

 

 

Wilson Dario Ossa Betancur.

 

Noelia Viltri