Evangelio según San Mateo 8, 5-11

jueves, 24 de noviembre de
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Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»

Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace.»

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.»

 

Palabra del Señor

 

 

 


 

P. Javier Verdenelli Sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

 

El Evangelio de hoy es un espejo. Evoca en nosotros las palabras que repetimos durante la Misa antes de comulgar: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Mirando al espejo, este texto sugiere lo siguiente:

La persona que busca a Jesús es un pagano, un soldado del ejército romano, que dominaba y explotaba a la gente. No es la religión, ni el deseo de Dios, sino más bien el sufrimiento y la necesidad que le impulsan a buscar a Jesús. Jesús no tiene ideas preconcebidas. No exige nada antes, recibe y escucha la petición del oficial romano. 

La respuesta de Jesús sorprende al centurión, ya que supera su expectativa. El centurión no esperaba que Jesús fuera a su casa. Se siente indigno: “Yo no soy digno”. Quiere decir que consideraba a Jesús como a una persona muy superior. 

El centurión expresa su fe en Jesús diciendo: “basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará”. El cree que la palabra de Jesús es capaz de sanar. Pero ¿de dónde le nace una fe tan grande? ¡De su experiencia profesional de centurión! Porque cuando un centurión da órdenes, el soldado obedece. Y así se imagina que sucede con Jesús: basta que Jesús diga una palabra, y las cosas acontecen… Él cree que la palabra de Jesús encierra una fuerza creadora. 

En consecuencia, la fe no consiste en aceptar, repetir y declarar una doctrina, sino en creer y confiar en la persona de Jesús.

 

 

 

Para la reflexión personal

 

• Si me pongo en el lugar de Jesús, ¿cómo recibo y escucho a las personas de otras religiones?

• Si me pongo en el lugar del centurión: ¿cuál es la experiencia personal que me lleva a creer en Jesús?

 

 

Radio Maria Argentina