Querido Señor, hoy sentí el poderío de mi enojo.
Sigo estando aprisionado por sentimientos violentos y hostiles
hacia la gente que no ha hecho lo que me ha prometido, y en mi mente,
sigo creando discursos aireados y reproches vengativos.
Aunque sigo tratando de dirigirme hacia ti,
no encuentro ninguna forma para salir de estos sentimientos.
Constantemente me encuentro en el centro de mi ira y no puedo hacer otra cosa que presentarte mi furia. Tomé conciencia de cómo mi ira reveló el grado
hasta el cual todavía pertenezco a este mundo y sus promesas y recompensas.
Incluso me di cuenta de que no hay proporción entre mi disturbio interior
y los incidentes externos que lo disparan. Pero no puedo deshacerme de mi enojo.
Me humillo ante ti, Señor, consciente de cuánto dependo de tu gracia,
para llegar a la mansedumbre y a la gentileza de corazón que deseo.
Ahora me siento más calmo, especialmente después de escribir algunos de mis sentimientos de enojo. Pero Señor, no me pongas a prueba muy a menudo. Quiero sentir menos mi enojo y más tu dulzura y amor. Dame paz para mi corazón. Amén.