Hace muy poco, estaba yo pasando un rato a solas con un amigo y al escucharle caí en la cuenta de la voz tan bella que tenía. Allí mismo le dije: la verdad es que nunca te lo he dicho y puede ser que tu mismo no lo hayas notado, pero el hecho es que tienes una voz bellísima, una voz muy musical.
Ya sé que no eres cantor, y no se trata de eso; pero sin necesidad de que cantes, ya en el mismo hablar tu voz tiene un tono, un timbre, una suavidad, una riqueza,una musicalidad que deleita íntimamente al oído. Aparte de lo que dices, que siempre me gusta oír, sólo el escuchar el sonido de tu voz es ya un verdadero placer.
El, se quedó callado y pensativo un buen rato, y luego dijo despacio y con gran sentir: yo no sabía que mi voz tuviera nada de especial. Nadie me lo había dicho. Ahora me alegra saber que mi voz es musical y que a tí te gusta. ¡Gracias por decírmelo!
Y la melodía de su voz sonó aún más bella al decirme eso. Fue un pequeño incidente pero auténtico y lleno de sentido. Necesito alguien que me diga que mi voz es bella, que mi compañia es agradable, que mis pensamientos son valiosos, que mi vida merece la pena. Yo mismo con frecuencia, no reconozco mi propia valía, y mis mejores cualidades se me ocultan. Y aún cuando reconozco mis cualidades, mis logros y mis exitos, adquieren todos ellos una nueva luz y un nuevo valor, cuando los veo reflejados en el aprecio y el cariño de un amigo de confianza…
El hombre se descubre a sí mismo en el diálogo con otros; el diálogo con un buen amigo es el mejor de los diálogos.
Fuente: Viviendo Juntos – Carlos Vallés