Misionar es fundamentalmente dar, pero con la consecuencia inevitable de tener que estar abierto a recibir porque dar, si es sincero, es perseguido por otro “recibir” desinteresado, gratuito.
Misionar no es ir a repartir rosarios, o estampitas…sino que es ir a compartir la Fe que uno tiene…
Es ir a vivir el Evangelio con aquellos que no tienen la posibilidad de alguien que se los transmita o enseñe.
La misión es anunciar a Dios, salir al encuentro del otro, compartir, aprender de él. Escuchar, requiere una actitud de diálogo que solo Jesús nos puede enseñar. Es querer ir desde una postura al estilo de Jesús, con simpleza en las formas y en el diálogo.
Cuando tenemos que mudarnos a otro lado, cuando tenemos que dejar lo que estamos haciendo o dejar a quienes queremos, para ir, en general sufrimos porque los cambios cuestan. Lejos de los nuestros, separados de nuestros apoyos, privados de nuestras mascaras, nos encontramos por entero en la superficie de nosotros mismos.
Esta palabra “salir” es muy expresiva, porque amar es encaminarnos hacia el otro.. caminar desde el egoísmo hacia el amor. Salir implica desacomodarnos, y lo experimentamos en las pequeñas y grandes cosas.
Salir es dejar a las noventa y nueve ovejas y buscar a la perdida. El misionar es salir al encuentro de los que no están y de los que conocen poco a Jesús. Salir y caminar desde nuestros egoísmos, hacia los demás. Sentirnos llenos de algo tan simple.
El misionero se cansa cuando no camina. Pidamos a Dios, gastar nuestros pies en el barro o en el asfalto…
Autor: Mamerto Menapace