La verdadera paz es una agradable calma que nos mantiene fuertes y saludables para poder disfrutar intensamente de todo lo que la vida nos ofrece, también del trabajo. Es como llevar dentro del corazón un inmenso lago de agua mansa y calma en medio de la actividad más agitada.
Dios es ese abismo de paz, pero al mismo tiempo lleno de vida, de riqueza y de hermosura. Nada de monotonía o aburrimiento. No olvidemos que la actividad más intensa es la del corazón. Un corazón lleno de la vida de Dios se siente pleno, fuerte, entusiasta, aunque esté en medio de un desierto. No necesita un permanente bullicio o una actividad afiebrada para sentirse vivo. Pero si tiene que actuar lo hace con todas las ganas sin perder la calma. No está adormecido. Está bien despierto y atento a la vida, pero domina siempre la situación porque confía en el poder de Dios. No se hace esclavo de sus planes; puede seleccionar las tareas y dejar para después lo que puede esperar. Así, en su existencia reina un orden lleno de vida.
Autor: Víctor Manuel Fernández