Caricia de Dios

lunes, 30 de enero de
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Cuando tengo la oportunidad de ir al mar es como si mi alma se predispusiera a un encuentro cara a cara con Dios. El mar, el océano se me figuran como una de las metáforas mas acabadas de Dios: Inmenso, Poderoso, Inabarcable, Imponente, Majestuoso, Enorme, Incontenible…
 
Salí a caminar por la orilla del mar, la arena todavía húmeda se amoldaba a mi paso tranquilo. De repente el estruendo de una gran ola capto mi atención y se dibujo ante mí, a la distancia, una ola grande, rugiente, poderosa. Venía a toda velocidad buscando donde romper. Yo no me moví, me quede plantada valientemente en la arena.
 
La ola seguía avanzando y de pronto comenzó a desdoblarse, cada vez se hacia mas pequeña y mas pequeña. Cuando llegó a mí, lo hizo en forma de blanca y reluciente espuma y rozó la punta de mis pies como acariciándolos.
 
Así es nuestro Dios tiene la fuerza del mar, la potencia del sol, y sin embargo se abaja, se achica, se desdobla de ternura hacia sus hijos y toca nuestro rostro como tibio rayito de sol…
Y llega hasta nosotros en forma de espuma, como una suave Caricia.
 
I

 

Gabriela Arce