Nada quiere más Dios que lleguemos a un amor de plenitud como el de Él. Por eso, aprovecha todas las circunstancias de nuestra vida, buenas o malas, agradables o no, para hacernos crecer. Con frecuencia permite que la vida nos juegue malas pasadas. Los pequeños o grandes tsunamis los toma como herramientas de una sala de operaciones. El Espíritu es el iconógrafo, el que talla el ícono, la imagen del Amor en nosotros.
Los golpes duelen. Pero estamos atentos y permanecemos callados buscándole el sentido a cada cosa. Y Dios está también atento, con la mirada puesta sobre mi corazón para que se asemeje realmente al suyo.
Hace ya un tiempo un grupo de personas se reunía para estudiar la Biblia. Mientras leían el tercer capítulo de Malaquías, encontraron una expresión notable que decía: “Yahvé es como fuego de fundidor y lavandina de lavandero. Él se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda” (Mal 3, 2- 3)
Ellos rezaban, una y otra vez, “Él los purificará y los refinará como se hace con la plata“. Y se preguntaban cómo se haría este proceso de purificación. Entonces, uno de ellos se propuso visitar un platero y luego contarles a los demás lo que él dijera sobre el tema.
Sin decir el objeto de su diligencia, pidió al platero que le explicara el proceso de refinar la plata. Después que el platero describiera el proceso, ella le preguntó:
– Señor, ¿usted se sienta mientras está en el proceso de refinación?
– Oh, sí, contestó el platero. Debo sentarme con el ojo fijo constantemente en el horno, porque si el tiempo necesario para la refinación se excede en el grado más leve, la plata será dañada.
El inquieto visitante inmediatamente vio la belleza y lo emocionante de la expresión: “Él purificará… y los refinará como se hace con la plata“. Dios sabe que es necesario poner a su hijo en el horno.
Su ojo está constantemente atento en el trabajo de purificación.
Su sabiduría y amor obran juntos, de la mejor manera y a favor nuestro. Nuestras pruebas y sufrimientos no vienen al azar.
Y El no nos dejará ser probados más allá de lo que podemos sobrellevar.
El visitante hizo una pregunta final:
-¿Cómo sabe usted que el proceso está completo?
– Pues es muy sencillo, contestó el platero. Cuando puedo ver mi propia imagen en la plata. Ahí se acaba el proceso de refinación.
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”
Toda nuestra vida es vivir en ese taller donde Dios nos refina… hasta ver Su imagen en nosotros. La historia de tu vida es la historia de tu amor hasta asemejarte al máximo al Dios Amor. “Dios es amor y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él“. No basta con poseer el ADN divino. Hay que llevarlo a la plenitud. A tu propio Tabor. A la explosión de Tu amor. A ser realmente otra María para el tiempo actual.
Fuente: Madurez afectiva
Autor: Antonio Cosp Fontclara