EL DOLOR DE NO TENER FE

sábado, 4 de febrero de
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(De mi blog http://sencilloyescondido.blogspot.com)

Hace algunos años, en el programa de radio argentino “La Venganza Será Terrible”, conducido por Alejandro Dolina, un oyente hizo una pregunta desafiante al conductor, ya que este se considera ateo:

 

¿Usted se acuerda quién dijo ‘La Fe es una necesidad humana’? Me interesaría saber cómo hace usted para vivir, creyendo que todo termina con la muerte. ¿Qué es lo que le da fuerzas para seguir adelante?

 

La respuesta es interesante. Dolina dice:

 

–          Nada en realidad. Yo creo que usted tiene razón. Es el asunto más importante.

 

Y la reflexión sigue. Pero escuchar esto, me hizo pensar en las personas que no creen: ¿Qué actitud tengo frente a ellos? ¿Qué les puedo decir? ¿Cómo darles un poco de mi Fe? ¿Podrán acercarse a Dios alguna vez? Y miles de preguntas más.

 

Este conductor habla del “Dolor de no tener Fe”, ya que él no la tiene el convencimiento de que hay algo más allá de la muerte, por lo que vive en un dolor constante de saber que todo, absolutamente todo se terminará, que eventualmente él y todos los que ama morirán algún día.

 

Ese mismo dolor, pensaba, a veces nos ocurre a nosotros también. Porque si hemos hecho el esfuerzo de seguir el camino de Dios, con el don de la Fe, casi con seguridad en algún momento hemos cargado alguna cruz.

Cargar la cruz hace que muchas veces tengamos esa tentación de “tirar la toalla”, de tener ganas de dejar todo. Y uno pensaría que en ese encuentro cara a cara con Jesús nos dará una fuerza que nunca se acabará, y es verdad. Pero también estará nuestra parte humana, con la cual el mismo Jesús tuvo la experiencia de sentir y vivir como nosotros.

 

El mismo, les dice a sus discípulos en Getsemaní:

Estén prevenidos y oren para no caer en tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. (Mateo 26, 41)

Quizás la clave sea conocer nuestras debilidades, saber que podemos cansarnos, enojarnos, desanimarnos. Pero esas cosas hacen que justamente la gracia de Dios sea la que triunfe. La humildad que Dios nos pide, justamente pasa en reconocer sin él, nada podemos hacer.

 

Pero para esto, debemos tener Fe. Un don que no todos tienen. Muchas veces cuesta imaginar a las personas que no creen, que pensarán, como vivirán, y como dice la pregunta que le hicieron a Alejandro Dolina: ¿Qué es lo que le da fuerzas para seguir adelante?

 

Y entramos en ese conflicto clásico. Cuantas veces escuchamos, incluso de nosotros mismos, que a los demás les va mejor, que parece que “no tener Fe”, es una ventaja, pero ¿lo es?.

Hice este juego, trate de ponerme en un personaje, en aquel que no cree. Fue difícil, ¿Cómo no creer? ¿Cómo pensar que no hay esperanza? ¿Cómo viviría sin creer? Para mí no tiene sentido.
Es difícil pensar en aquellos que no tienen Fe. Creo que a veces estamos muy acostumbrados a estar en nuestra propia quinta, que puede ser la parroquia, nuestro grupo o movimiento, gente con nuestro carisma. Pero el desafío es ir a buscar a aquel que no está en nuestro entorno, sino en la periferia. Involucrarse, es ir a buscar, charlar, preguntar, ayudar, dar testimonio con nuestra vida.

 

En la Iglesia, a veces cometemos ese error de “imponer la Fe”, pero la Fe no es algo que se impone, es algo que se ofrece. Es el camino que Dios nos da para llegar a él, y también es aquello que nosotros debemos ocuparnos para llevar a otros que todavía no conocen a Cristo, a que lo conozcan.
Es para pensar. No tengamos miedo, no importa si no nos sentimos preparados, o si muchas veces nos tratan con hostilidad. Quizás nos sintamos tentados con discusiones inútiles, agravios, y hasta insultos. Yo les puedo asegurar que no son más que gritos de personas que viven ese dolor de no tener Fe.

 

Lo único que tenemos que hacer es vivir el amor al máximo. Seamos generosos, estemos dispuestos ayudar no solo a los que son como nosotros, sino a todos, sin importar su condición, sus creencias, su vida; son hombres, son hijos de Dios.

Como para terminar, en otra nota de Dolina, reflexionando sobre el miedo a la muerte, da una pista de algo que puede ser la clave para entender un poco esto. Dice:

 

-Lo único que a veces acalla la voz [del miedo a la muerte], es el amor. Lo único, lo más parecido a la salida que yo encontré, hablo de mi experiencia solamente porque yo tengo ese mismo temor, es el amor. En los momentos decisivos, en el momento culmine del amor, no te importa morir. Es un minuto que dura eso.

 

Una lección también para los que creemos, los que a veces nos creemos superiores por creer.

Quizás la clave de todo sea el amor.

 

 

 

Jorge Orellana