En el camino al corazón, es necesario estar familiarizados con el lenguaje de nuestro cuerpo, integrar nuestro cuerpo a todos los aspectos de nuestro ser. Es raro decirlo así, pero muchas veces “usamos” nuestro cuerpo, o abusamos de él, pero no tenemos muy desarrollada la conciencia corporal y vivimos como desconectados de nosotros mismos.
¿Qué nos dice nuestro cuerpo? ¿Podemos reconocer nuestras sensaciones? ¿Registramos el impacto corporal frente a los distintos estímulos externos? ¿Dónde sentimos corporalmente la alegría, el miedo, el enojo, la angustia, la excitación?
¡Nuestros cuerpos son maestros de la comunicación y están constantemente “diciéndonos” cosas, enviándonos mensajes, alertándonos, previniéndonos! El primer contacto con el afuera lo hace nuestro cuerpo que registra todo antes que la mente y se adelanta para “avisarnos”. El cuerpo es susceptible a todo, vibra ante la belleza, tiembla de miedo, se pone rígido cuando nos enojamos, se nos oprime el pecho cuando nos angustiamos, nos ponemos colorados, lloramos, transpiramos, etc. A veces, el cuerpo “grita” para que le prestemos atención: se enferma, se endurece, se quiebra, se contractura, ¡habla de muchas maneras!
¡Nuestro cuerpo también sabe lo que necesitamos! Pero no siempre se lo damos porque no lo escuchamos, entonces nos descuidamos o maltratamos dejando nuestras necesidades básicas insatisfechas: no nos hidratamos en todo el día, estamos mal dormimos, nos alimentamos poco o demasiado, tenemos frío y estamos desabrigados… A veces ni siquiera registramos si tenemos ganas de estar en movimiento o quietud, de llorar y patalear o de bailar y reírnos… A veces no nos damos cuenta que necesitamos que nos abracen y acaricien o que nos dejen de tratar tan mal.
Nuestro cuerpo nos ayuda a conocernos. Tiene memoria y, si aprendemos a escucharlo, nos recuerda quiénes somos nos comunica cosas importantes acerca de nosotros mismos.
Fuente: Comunicarnos de corazón a corazón
Autor: Inés Ordoñez de Lanús