Mirados por el Amor

domingo, 19 de febrero de
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“Hemos salvado la vida, como un pájaro

de la trampa del cazador:

la trampa se rompió, y escapamos.”

Salmo 123

 

 

Desde hace días me da vueltas una imagen, la de Jesús ‘mirando’ a la pecadora y asoma también una pregunta: ¿Quién es ese hombre que condena el pecado y no al pecador?

 

Para Jesús no existen fachadas ni máscaras, Él mismo las quita todo el tiempo, dejando al descubierto la hipocrecía de los hombres. Su extraña y singular manera de ver, da lugar únicamente a lo trascendente: el Amor.

 

Cuentan las escrituras que también Jesús se enojó en el Templo, sacó su rabia, su agresividad ante la conducta impropia de la gente de poner lo material por encima de lo escencial y el hacer un comercio con el dolor y la necesidad ajena. 

 

Al obrar mal, a veces pensamos, como un cierto modo de justificación: -No importa, Jesús en su infinita Misericordia me va a perdonar. Es cierto, Dios condena sólo la conducta. A nosotros nos ve con “buenos ojos” cuando reconoce en nuestro corazón sincero arrepentimiento, ganas de ser mejores, necesidad de cambiar de Vida…de volver a empezar. 

 

Él escudriña nuestro pecado, nuestra herida, nuestra vulnerabilidad y llega hasta donde nadie más. Ahí donde nos duele, donde nos falto Amor, donde nos marcó el dolor, la indiferencia, o el juicio de los demás. Nos examina, pero su mirada en lugar de hundirnos con duros juicios, llega a nosotros como un bálsamo cargado de Misericordia, de Amor y Redención. Él no conoce otro modo de mirar, no tiene palabras de condena. Y nuestra Alma al ser reparada de ese modo por Dios, comienza a sanar.

 

Ante una mirada así, ¿Quién puede resistirse? Dejamos las redes, pateamos la mesa, caemos del árbol. Y al sentirnos reconocidos ‘por una sóla vez’, abrazados en nuestra desnudez y sin nada más que ofrecer: cambiamos. 

 

El Amor nos repara, nos transforma y de arrastrarnos como orugas comienzan a nacernos las alas de los ‘dignos Hijos de Dios’. La jaula se rompe, y volamos!

 

Gabriela Arce