Que mi vida sea oración

lunes, 20 de febrero de
image_pdfimage_print

¿En qué consiste la oración? En dirigir nuestro espíritu hacia Dios. La oración es una palabra que encierra nuestro ser dirigido al Padre o a Cristo dentro de una relación de amor, un trato de amistad.

 

Supone el hecho de la inhabitación de Dios en cada alma y de la realidad de un Dios amigo. Dios es por definición amigo. Se trata de saber perdernos, perdernos a nosotros mismos para encontrarnos con Jesús, escondernos con Él en el interior de nuestra alma. ¿Sos capaz de entrar dentro tuyo cuando oras?, tenes que entrar en tu recinto interior, cerrar la puerta… y en lo secreto dirigirte al Padre, que está y oye precisamente en secreto.

 

La exterioridad y la dispersión atrofian y sofocan la voz interior, esto ocurre siempre que lo de afuera nos desaloja de nuestro espacio interior, por eso volvete encontradizo, déjate encontrar por Jesús en ese recinto interior, la oración misma nos grita “¡que no estamos huecos por dentro!” que todos llevamos un palacio, un castillo dentro nuestro donde en el centro, en esa habitación principal, en el corazón de ese castillo, ahí en lo escondido, mora Dios dentro tuyo.

 

La oración nace de la experiencia misma, pues la oración es vida, ora diversamente quien vive diversamente. La oración crece porque es amistad, porque es vida y no una mera práctica, existen muchos modos de orar, es decir, de mantener nuestro espíritu hacia Dios: rezando salmos, el rezo del rosario, cantar, lectura bíblica, meditación…  Pero el fin de todos los rezos y oraciones es que el Señor nos de la gracia de Ser Orantes, es decir, rezo con mi vida misma, que podamos si ocupar nuestra mente y poner nuestra atención a nuestros quehaceres, pero al mismo tiempo, nos mantengamos comunicados con Dios por lo mejor de nuestro Espíritu, “Hasta en los pucheros anda el Señor” diría Teresa de Jesús.

 

Ser orante es la vida misma abierta al misterio de Dios, no pretendamos saberlo todo, Dios nos equipa con lo que necesitamos para ese momento de nuestras vidas y hace que vayamos pudiendo, y de pudiendo en pudiendo nos hará llegar hasta donde Él quiera que vayamos, hasta aquel sueño y promesa de amor que nos preparó para nuestra vida, y la razón por la que fuimos creados. Las prácticas de piedad (cantar, rezar con salmos, meditar la palabra, rezar el rosario, etc.) nos ayudan a ser orantes  pero no lo es todo.  Se trata más de SER y no de HACER, “Ser” sabiendo bien quien sos en realidad, sabiéndote la única verdad de quien realmente sos: “don y regalo de Dios”, y no sintiendo que sos todo lo que haces; y “Hacer” no de una acción sino de una obra, obrar, desde aquello que sos puesto al servicio del amor con tu vida misma, desde tu vocación, tu profesión, tu ocio, “Ser para hacer”… “Es necesario que Marta y María anden juntas”, es necesario estar con el Señor y Obrar desde su amor.

 

La oración no es ensimismamiento, no es pura mediación, puro yoga para el adiestramiento en la atención y concentración para auto trascenderme, es preciso recordar que la oración no podrá ser nunca alineante, evasiva de las propias realidades, debe surgir de la misma vida y tender a transformarla mediante esas virtudes que ella misma genera en el alma de orante. Todo lo que te despierte amar, eso tenes que hacer, que tu vida tenga el sello del amor. Fe en Dios y vida real son los dos soportes imprescindibles para ser orantes. Existen momentos de sequedad en nuestra oración, pero orar, ser orantes, es traspasar esa barrera: la del ruido, la del sentido y lo sensible; la del egoísmo que hace que uno se auto escuche constantemente; la del cansancio, desánimo o sequedades, la de la propia soberbia… cuando a pesar de estar con todas estas barreras, caminamos confiando en oración, empezamos a caminar en Fe, Esperanza y Caridad. Allí es cuando aprendemos a ser orantes.

 

No es necesario pensar mucho, ni hacer grandes consideraciones, se trata de mirarlo, mirarlo a Dios, estar con Él, porque Él está aguardando precisamente que lo miremos. Jesús es nuestro compañero de vida, camina la vida con nosotros, Él está en todo, cuando estas triste, míralo en el camino del huerto ¡Que aflicción tan grande llevaba en su alma!, o míralo en la cruz lleno de dolores, toda su carne hecha pedazos por lo mucho que nos ama, padeciendo tanto, perseguido por unos, escupido por otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por Él, helado de frio, puesto en tanta soledad, que uno con el otro (Él y vos) se pueden consolar… míralo y veras que olvidara sus dolores por consolar los tuyos.  Eso es vivir la vida en oración, vivir con ofrecimiento total y en lo cotidiano, a veces pensamos que lo peor de nosotros no le pertenece a Dios, pero en la misericordia de su amor le pertenece todo, cuando caminamos acompañados de Jesús las cargas se alivianan, y aprendemos a ofrecer esas cruces que cargamos a diario por amor, aprendemos a “saber sufrir” en las pequeñas y/o grandes mortificaciones diarias (porque nadie esta excento del sufrimiento, seamos creyentes o no) y a darle realmente un sentido al caminar de nuestra vida, aprendemos a ser humildes sabiendonos pobres y necesitados de su amor, sabiendo que solos nada podemos y con Él todo lo podemos, esto es darnos en espíritu y en verdad.

 

Todo esto es posible pero arduo, nadie dijo que orar sea fácil, debemos tener “Determinada determinación”, es decir, si Dios se lo jugó todo por vos, no te la juegues a medias, si pensas seguirlo, ¡No te eches para atrás! ¡No te vuelvas!, siempre vamos a estar cayendo, pues el maligno multiplicará las trabas para desanimarnos en cuanto vea que nos hemos decidido a seguir a Cristo, y también nuestra propia fragilidad humana nos hará caer muchas veces, pero hay que moverse confiando en Su gracia.

 

Dejémonos mirar por Él, nosotros no hacemos el camino, fuimos llamados desde hace mucho tiempo. No hay excusas para orar, solo hace falta querer estar con Él, el que sabemos que más nos ama.

 

“¡Andemos juntos Señor! Donde vayas, tengo que ir. Por donde pases, tengo que pasar”  (Santa Teresa de Jesús)

 

 

 Florecilla.

 

(Integración de los escritos de Teresa de Jesús sobre la oración, encuentro Carmelita 2017)

 

Noelia Viltri