¡Rendirnos!

martes, 21 de febrero de
image_pdfimage_print

Vengan a mí todos los que están cansados, agobiados, y yo los aliviaré”, dice el Señor.

Orar es ir al Señor, así como estamos, con toda nuestra vida, sin hacernos preguntas, sin poner filtros… Contemplar es ir al Señor.

Y cuando vamos al Señor, él nos da su alivio, nos enseña a vivir descansados, a vivir sin que la vida nos mate. El Señor no nos dice: Vengan a mí que entonces no les va a pasar nada malo: no se van a enfermar, ni van a tener accidentes… y todo les va a salir como ustedes lo esperan. El Señor nos dice: Vengan a mí y yo los aliviaré, les enseñaré a vivir esto que están viviendo sin cargarlo como un peso y sin agobiarse.

Podemos ir al Señor con nuestros cansancios y límites. Con lo que no podemos, no sabemos o estamos haciendo mal. Presentarnos con nuestra enfermedad, con lo irresuelto, con lo que no sabemos qué hacer. No hace falta que lo tengamos todo controlado y resuelto. El Señor nos invita a ir a Él así como estamos. Muchas veces separamos o seleccionamos lo que sí queremos presentarle al Señor en nuestra oración. Somos nosotros los que seguimos diciendo: esto sí, esto no.

No es fácil pasar el umbral del control a la entrega y animarme a entregarme así como estoy. Muchas veces para pasar ese umbral, la vida me tiene que llevar. La vida me enseña. Jesús es la vida, y la Vida, nos enseña. Llegada una edad, ya sea por nuestros propios límites, los límites que nos van poniendo nuestros hijos, la salud o lo que fuera, (¡benditos límites!)… en la que decidimos abandonar los controles y entregarnos. Rendirnos.

La oración contemplativa nos conduce a este umbral. Venimos a orar… pero muchas veces seguimos teniendo el control, o pretendiendo tenerlo: seguimos diciendo como en la vida: esto sí, esto no… Y el ejercicio de la contemplación nos hace experimentar nuestro propio límite y a caminar por parajes místicos: lugares de misterio en los que ya no controlamos. En la contemplación, lo que antes conocía, yo no lo conozco más. Sólo sé que el Señor está. Pero está de una manera que yo no conozco y no controlo. Pero a veces seguimos aferrados a la manera en la que yo quisiera que el Señor estuviera… y así ya no está más. Entonces, fuerzo la vida, o espero a que se aparezca de la manera que yo quiero que aparezca.

¡Contemplativos en la oración y en la vida! Vamos al Señor, respondiendo a una invitación y a un llamado. ¿Podemos dejar que la vida sea como sea, dejando de hacer fuerza y presión para que sea como yo quiero que sea? ¿Podemos dejar que el Señor sea quien ES, abandonando todas las pretensiones de que sea como yo quiero que sea y que haga lo que yo quiero que haga?

Respiramos. Inhalamos y exhalamos. En cada respiración vamos repitiendo una y otra vez: que SEA en mí Señor…

Fuente: caminoalcorazon.com