Ojos diferentes

miércoles, 22 de febrero de
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¿Quién puede encontrar la herida del otro, sanarla y recibir la bendición, para sí y para la sociedad?

 

La historia nos ha mostrado que cuando actúan los carismas se logra ver la bendición más allá de la herida. Un carisma, que aquí yo defino como un don de “ojos diferentes” capaces de ver cosas que otros no ven, sabe, de hecho, ver el abrazo escondido en el combate.

 

La acción de los carismas es amplia y potente, recubre e impregna de sí al mundo. Es como la sangre que corre en sus venas: no la vemos, pero hace posible la vida.

 

Otro ámbito de lo humano donde los carismas son evidentes a todos es el arte. El carismático, de hecho se asemeja mucho al artista, y el artista es un portador de un carisma, y ciertamente no es casualidad que, ayer como hoy, alrededor de los grandes carismáticos florezcan muchos artistas. Me contaba un artista que trabaja con madera: “Cada tanto encuentro en pedazo de madera en el bosque, o en el montón de leña de mi cabaña, y veo allí dentro una escultura. En los pedazos de madera los “no artistas” ven solamente algo para quemar en la estufa; el artista, en cambio, tiene ojos diferentes y ve en él un ciervo, un águila, una rosa, un crucifijo. Los carismáticos son así: en personas y situaciones que todos los otros descartan, ellos saben ver la obra maestra, saben ver la rosa con la espina, el Resucitado junto con el crucifijo.

 

Los artistas, ciertamente los grandes, son “transformadores” de heridas en bendiciones: la obra de arte nace normalmente de un dolor amado en ellos mismos, en los otros, en la naturaleza.

 

Quien no creyera en la presencia de los carismas en la humanidad debería explicar la presencia y la acción de los artistas.

 

Luigino Bruni

 

 

Oleada Joven