Pietro Gamba, conocido como “el gringo loco” o el “médico de la providenvia” tiene 64 años y en 1987 creó hospital para campesinos pobres y a menudo analfabetos.
Todo empezó con una insumisión. No quería ir al servicio militar italiano y con un amigo sacerdote consiguió evitarlo. Lo mandó a Bolivia para hacer voluntariado en una de sus misiones.
Esa decisión le cambió la vida. Pasó tres años en la miseria profunda de Challviri y quiso hacer algo, ayudar en esa situación. Se le ocurrió una idea descabellada: “¿Y si me convirtiera en un médico de verdad para ayudar a estos indefensos?”.
Volvió a Italia. A los 32 años se licenció en medicina con la nota más alta y regresó a Bolivia con 25.000 dólares donados por sus amigos. Quería abrir un buen hospital para los campesinos.
Ahora tiene a su cargo tres médicos, cuatro enfermeras y los mejores cirujanos bolivianos. Realizan 160 operaciones al año y nadie, aunque no tenga dinero, queda sin recibir asistencia sanitaria.
El diario español El Pais cuenta su historia. En un momento dado le preguntan: ¿Y cómo consigue cuadrar las cuentas? ¿Cómo tiene financiación? ¿De donde llega el dinero? Él sonríe y ofrece una gran respuesta: “Llámelo suerte, si quiere, yo prefiero llamarlo providencia”.
Pietro dice que la fe para él fue importante: “La cercanía de Dios embellece nuestros días con un respeto, una caridad que nos hacen profundamente diferentes de aquellos que nos circundan. Pienso que la Providencia es algo verdaderamente misterioso, la huella de Dios en el hombre. Es algo que es más grande que nosotros y que nos trasciende. Para mí y para mi familia, la relación con Dios fue y continúa siendo fundamental. Nuestras acciones pueden ser buenas, pero lo que debemos hacer en nuestro camino de vida es pensar en los demás. Sobre todo cuando miras al prójimo y piensas que tu vida se podrá realizar si la compartes con los demás. El Evangelio nos pide que nos acerquemos a los más débiles y necesitados. Según cómo interpretemos el relato de las beatitudes seremos juzgados un día por Jesús. Sobre esto me he jugado la vida. Cuando tomé mi decisión nos encontrábamos en años de grandes transformaciones y turbulencias: el «sesenta y ocho», pero para mí, sobre todo el Concilio Vaticano II, que nos indicó el camino como laicos católicos al servicio del hombre.”
Respecto a quién quiere dejar su testimonio, dice que a su familia: su esposa y cuatro hijas. “He creído en ellas porque son ellas los testigos capaces de continuar un desafío, un compromiso, un modo para ser creíbles. A ellas dejo deudas, pero también el mensaje de amor por los hermanos más débiles”.
Fuente: Aleteia, Vatican Insider