Cuando la muerte te enfrenta a la pèrdida de un ser amado, muchas veces nuestra Fe puede verse conmovida. San Agustìn le pone voz a quien ya vive en la Casa del Padre y nos ayuda a remover nuestra natural tristeza.
Todos hemos perdido a alguien amado, a lo largo de nuestra corta o larga vida. Padres, hermanos, amigos, esposos y tambièn hijos nos han precedido en el camino hacia el Padre. Es cierto que Dios nos pide un gran acto de Fe frente a la muerte, aùn para los que creemos firmemente en el Cielo.
San Agustìn escribiò un poema desde el prisma de quien -viviendo en la Gracia- emprende su camino hacia la Casa de Dios.
No llores si me amas…
No llores si me amas,
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oìr el càntico de los àngeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos;
los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen!
¡Còmo!…
¿Tù me has visto, me has amado en el paìs de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el paìs de las inmutables realidades?
Crèeme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mì me encadenaban,
cuando llegue un dìa que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mìa,
ese dìa volveràs a verme,
sentiràs que te sigo amando,
que te amè, y encontraràs mi corazòn
con todas sus ternuras purificadas.
Volveràs a verme en transfiguraciòn, en èxtasis, feliz!
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
que te llevarè de la mano por senderos nuevos de Luz… y de Vida…
Enjuga tu llanto y no llores si me amas!
San Agustìn