Seguramente en muchos hogares, por fe o por tradición, se sigue aquello del ayuno y la abstinencia en estas semanas de Cuaresma. Así lo manda la norma eclesial. Pero (sin intención de enmendarle la plana a nuestra querida Iglesia) quizá haya que replantearse el sentido y la aplicación de estas prácticas. Y no lo digo yo, sino que ya lo dijo Dios por boca del profeta Isaías: «El ayuno que yo quiero es éste: que sueltes las cadenas injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las opresiones, que compartas tu pan con el hambriento, que hospedes a los pobres sin techo, que proporciones ropa al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes» (Is 58, 6-7).
Y para concretar más todo esto, me he permitido parafrasear un texto de Mari Paz López Santos que leí hace tiempo, que puede servir como aplicación de ese ayuno que Dios quiere a nuestra vida cotidiana. En cualquier caso, que cada uno trate de descubrir qué ayunos y abstinencias le está llamando Dios a hacer en esta Cuaresma…
Y si el ayuno y la abstinencia tuvieran un sentido traducido a nuestros días…
Y si hay algo más que lo que ha quedado de cambio de carne por pescado…
Y si para notar la falta o echar de menos apago el móvil, un buen rato…
Y si cuando llego a casa no conecto inmediatamente la televisión…
Y si, por un rato, “ayuno” de ruidos y entretenimientos y le dejo un hueco al silencio…
Y si “me abstengo” de juicios y prejuicios sobre la gente que me rodea…
Y si “ayuno” de orgullo y me acerco a esa persona con la que he discutido…
Y si me siento cinco minutos a no hacer nada…
Y si por una vez me privo de ser el centro de atención y me dedico a escuchar a los demás…
Y si “me abstengo” de caprichos y compras innecesarias y doy ese dinero a alguien que lo necesite más…
Y si dedico otros cinco minutos más a pensar…
Y si no me llevo el coche al trabajo y voy andando o me llevo un libro al autobús…
Y si “me abstengo” de charlas de café en las que parece que vamos a arreglar el mundo…
Y si “ayuno” de autosuficiencia y pido ayuda a los demás…
Y si “me abstengo” de vagancia y voy a visitar a esa persona que hace siglos que no veo…
Y si “ayuno” de envidia y me alegro con las alegrías de los demás…
Y si antes de empezar o de acabar el día, dedico un rato a la oración o a la meditación…
“Convertir-se” es “volver-se” a Dios, es “des-centrarse” de uno mismo y centrarse en un Dios que ha dado la vida por nosotros, que está cada día en nuestra vida y que nos espera en nuestro prójimo. Que el ayuno nos ayude a comprender y vivir lo importante, a vivir con la certeza de que el único alimento que nos llena de verdad es Jesús. ¡FELIZ CUARESMA!
Fuentes: Odres Nuevos