Cruzar el umbral

lunes, 13 de marzo de

En el comienzo de un tiempo nuevo se nos invita a pasar el umbral camino hacia el desierto, la tierra sin huellas.

Cruzar este primer umbral es dejar atrás lo cotidiano, lo conocido, lo trillado. Ir desde los caminos apisonados, que ya se han hecho senda, carretera o incluso autopista por donde sabemos conducir apresuradamente… para descubrir el descampado, el lugar sin caminos, los trazos del viento sobre la arena. Todo cambia con cada racha de viento o con cada luz del día. Todo es incierto: atravesar el desierto es tener orientarse por las débiles señales que en cada ocasión nos sorprenden.

Cruzar el umbral de lo banal para descubrir en el desierto lo extraordinario de la vida. La fascinación de un atardecer en el que la Voz clama y la Palabra nos despierta al gozo de una transformación inesperada, a un cambio de vida.

Si nos atrevemos, al otro lado no es la soledad lo que descubrimos, no es el asilamiento del vacío. Es la palabra del Hijo que hace de las piedras panes, del protagonismo exacerbado servicio humilde, de la tentación del poder adoración. Es la palabra que en el desierto aprende a caminar como los niños: agarrados a la mano de la madre, del Misterio luminoso y protector.

Demasiados caminos transitados guardamos en las botas como para arriesgarnos de nuevo en la aventura. Pero la mochila que tenemos a la espalda nos pesa y nos hunde a cada paso en el fango movedizo de nuestro frágil corazón.

Todo queda en silencio ante la decisión que deberemos tomar para gustar lo nuevo, o para agotarnos cada vez más en la esterilidad de una vida que ya no nos alimenta, sino que nos desgasta las fuerzas y nos va haciendo perder poco a poco la energía vital.

Cruzar el umbral o quedarse a este lado. Esa es la invitación de esta nueva hoja de ruta. Quedarnos como estamos o intentar el cambio que se nos promete. Ese es, realmente, el problema.

Jesús en el desierto, tentado y victorioso, nos invita, nos llama…

 
 

 

Oleada Joven