Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.
Palabra de Dios
P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba
El pasaje del evangelio de hoy se toma del primer capítulo de Mateo que forma parte de la sección referente a la concepción, nacimiento e infancia de Jesús.
Efectivamente, este texto se conecta a la genealogía de Jesús, que Mateo compone con el intento de subrayar la sucesión dinástica de Jesús, el salvador de su pueblo (Mt 1:21). A Jesús le son otorgados todos los derechos hereditarios de la estirpe davídica, de “José, hijo de David” (Mt 1:20; Lc 2:4-5) su padre legal.
A José se le aparece “en sueños un ángel del Señor” (Mt 1.20) para revelarle el plan de Dios. Así se transforma en «custodio del Redentor» y también en Patrono de la Iglesia Católica nombrado por el papa Pío IX ya que José, fue en su momento, el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. Hoy es necesario para toda la iglesia su patrocinio sobre todo como aliento en su renovado empeño de evangelización en el mundo y de reevangelización en aquellos «países y naciones, en los que la religión y la vida cristiana fueron florecientes y» que «están ahora sometidos a dura prueba».
Recordemos las palabras del Papa San Juan Pablo II en su encíclica «Redemtoris Custos» nº 8: San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente «ministro de la salvación». Su paternidad se ha expresado concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la encarnación y a la misión redentora que está unida a él; al haber hecho uso de la autoridad legal, que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacerle don total de sí, de su vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa».
Nos preguntamos…
Siendo custodios del Redentor porque llevamos un tesoro en vasijas de barro, ¿cómo es nuestro servicio a su presencia en el mundo? ¿Cómo es nuestro servicio al anuncio del Evangelio en medio de nuestros hermanos?