Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: “Digan así: ‘Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos’.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo”. Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Palabra de Dios
P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arqudiócesis de Córdoba
¡Pascua! El evangelio de hoy describe la experiencia de resurrección de las discípulas de Jesús. Al comienzo de su evangelio, al presentar a Jesús, Mateo había dicho que Jesús es el Emmanuel, Dios con nosotros (Mt 1,23). Ahora, al final, él comunica y amplía la misma certeza de fe, y proclama que Jesús resucitó (Mt 28,6) y que estará siempre con nosotros, ¡hasta el final de los tiempos! (Mt 28,20). En las contradicciones de la vida, esta verdad es muchas veces contestada. No faltan las oposiciones. Los enemigos, los jefes de los judíos, se defienden contra la Buena Nueva de la resurrección y mandan decir que el cuerpo fue robado por los discípulos (Mt 28,11-13). Todo esto acontece hoy. Por un lado, el esfuerzo de tanta buena gente para vivir y testimoniar la resurrección. Por otro, tanta gente, que combate la resurrección y la vida haciendo el mal.
En el evangelio de Mateo, la verdad de la resurrección de Jesús se cuenta a través de un lenguaje simbólico, que revela el sentido escondido de los acontecimientos. Mateo habla de un temblor de tierra, de relámpagos y ángeles que anuncian la victoria de Jesús sobre la muerte (Mt 28,2-4). Es el lenguaje apocalíptico, ¡muy común en aquella época, para anunciar que, finalmente, el mundo fue transformado por el poder de Dios! Se realizó la esperanza de los pobres que reafirmaron su fe: “¡El está vivo, en medio de nosotros!”
En la madrugada del domingo, el primer día de la semana, allí, donde todo empezó, acontecerá la gran revelación del Resucitado y la alegría de la resurrección comienza a vencer el miedo. Se inicia el anuncio de la vida y de la resurrección.
La presencia de las mujeres en la muerte, en el entierro y en la resurrección de Jesús es significativa. Testimoniaron la muerte de Jesús. (Mt 27,54-56). En el momento del entierro, se quedaron sentadas ante el sepulcro y por tanto pudieron decir cuál era el lugar donde fue colocado el cuerpo de Jesús (Mt 27,61). Ahora, el domingo de madrugada, están de nuevo allí. Saben que aquel sepulcro vacío ¡es realmente el sepulcro de Jesús! La profunda experiencia de la muerte y de la resurrección que hicieron les transforma la vida. Ellas mismas resucitarán y se volverán testigos cualificados en las comunidades cristianas. Por esto, reciben la orden de anunciar: “¡Jesús está vivo!” ¡Resucitó!”
Para la reflexión personal
• ¿Cuál es la experiencia de resurrección en mi vida? ¿Existe en mí alguna fuerza que trata de combatir la experiencia de la pascua? ¿Cómo reacciono?
• ¿Cuál es hoy la misión de nuestra comunidad como discípulos y discípulas de Jesús? ¿De dónde podemos sacar fuerza y valor para cumplir nuestra misión?