Evangelio según San Juan 20,11-18

martes, 18 de abril de
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María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 

 

Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.  Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. 

 

Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. 

 

Jesús le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!”. 

 

Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'”. 

 

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. 

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Raúl Gómez  sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza

 

 

Nos encontramos en este día, transitando la llamada Octava de Pascua. Hemos vivido la semana santa, la Pascua de Cristo resucitado, y seguimos contemplando y meditando esta alegría que el Señor nos ofrece, en su Palabra, en su vida y en su resurrección. Los ornamentos que usamos en este día y en estos días son de color blanco, que expresan la grandeza de Cristo sobre la muerte.

 

El Evangelio nos relata claramente la actitud de María Magdalena. María que va a buscar al Señor. María que es buscadora del Señor. Y el relato nos ubica en un momento doloroso, de tristeza. María llora junto al sepulcro, María no encuentra al Señor. Sin embargo, los ángeles la van orientando, le van diciendo lo que ha sucedido con el Señor. María no puede ver claramente, no puede reconocer la presencia de Cristo Resucitado. Como nos pasa a nosotros muchas veces. Estamos cerca del Señor pero nos cuesta comprender los signos que Cristo nos va dando cotidianamente. Los signos de vida, los signos de alegría y esperanza en medio de las pruebas cotidianas, en medio de los momentos difíciles y dolorosos que vivimos como creyentes, como cristianos.

 

También la Pascua, la resurrección nos lleva a reconocer que el Señor ha resucitado, que el Señor está vivo en cada uno de nosotros, en cada hermano que camina a nuestro lado. María Magdalena va buscando al Señor y es el Señor quien la encuentra. Es el Señor quien la interpela nuevamente y la llama por su nombre.

 

Es ahi cuando María reconoce la presencia del Señor, María descubre al Maestro. Y entonces Jesús responde claramente a María: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes.’ ” María se convierte en discípula y misionera de la Palabra del Señor, de la presencia del Señor resucitado, porque ha hecho experiencia clara de haberlo encontrado, de haber hallado al amor de su vida.

 

Queridos hermanos pidamosle al Señor que también seamos buscadores, porque el que busca, encuentra. Que tengas una bendecida jornada. Que esta semana sea signo de la presencia de Cristo resucitado, en tu vida, en tu familia, en tu trabajo y allí donde el Señor te envíe a anunciarlo.

 

 

Oleada Joven