Es bueno, es sanador reconocer mis límites, mis “hasta acá llegué, estoy cansado, mis latidos demasiado agitados, es como si todo me superase”.
Porque es ser auténtico: asumir el ser pequeño, limitado, frágil. Pero a ello no debemos vivirlo con tristeza, sino con gozo esperanzador, porque la pequeñez es bienaventurada, es abrazada por la verdad de que soy hijo de un Dios que es mi Papá.
Traigamos el Evangelio, ese de los cuatro hombres que cargaban a otro y que fueron tan locos amigos con tamaña Fe como para romper el techo y llevarlo a Jesús.Seguramente habrá estado herido, cansado, sin poder moverse de su realidad, estancado en enredos de sólo Dios sabe de qué tipo, pero sí con la voluntad del que ha tocado fondo y ha encontrado su esencia, del que es libre y clama: ¡no puedo más!, necesito que me carguen, que me lleven sobre sus hombros de la oración, que rompan “el techo” que me impide crecer, aspirar a lo Alto tan profundo.
Y que la Fe de ellos me alcance a Jesús, interceda, me reconcilie y sane, resonando en cada latido: “todo lo podes en Mí que te fortalezco”… y vuelva a caminar. Dios nos pone a la altura de cualquier situación, si es necesario nos alza upa.
Barrilete