Evangelio segun San Juan 14,21-26

miércoles, 18 de mayo de
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 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él." Le dijo Judas, no el Iscariote: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" Respondió Jesús y le dijo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho."



Palabra de Dios




Pbro. Maximiliano Turri



“Iremos a él, y habitaremos en él”, dice Jesús en el Evangelio de hoy.

 

¿Quién es él? Es cada uno de nosotros, es cada creyente que se abre a su Palabra, es cada corazón humilde que se sabe sostenido en Dios. El habitar de Dios en nosotros es lo que nos enseña la Iglesia como gracia divina o como venida del Espíritu Santo.

 

El Espíritu Santo no es ni una energía, ni una paloma volando, ni una luz agradable; es una persona, una persona divina, una de las personas de la trinidad, Dios mismo. Eso significa que dentro nuestro, en lo más profundo de nuestros corazones, desde el bautismo habita la presencia de Dios, es Dios que convive con nosotros, es su presencia la que nos diviniza, la que nos va transformando desde adentro, transformación que se hará plena el día de nuestra muerte, ahí el Espíritu Santo revelará todo su poder y nos sacará de la tumba tal cual como lo hizo con Jesús.

 

Esta es nuestra esperanza, esto es lo que nos sostiene. En esto se establece nuestra religión, en que, desde ahora, vivimos en una relación única y personal con Dios, que se hace plena en la comunidad, cuando compartimos con otros esa misma vida divina.

 

He aquí otra característica de nuestra fe, de nuestra religión, la vida de Dios no se puede guardar, no se puede esconder, no se puede ocultar, en Cristo lo que se da crece, lo que se encierra, se muere y se pierde.

 

Querido joven, que buscás la felicidad en cada momento de tu día, no busques esa felicidad guardándote, siendo egoísta; no la podrás encontrar ahí. Entrega tu vida, en el estudio, en los amigos, en tu trabajo, en los enfermos y los necesitados.

 

A todos el Espíritu Santo nos impulse cada día a salir de nosotros, a ir al encuentro de los demás.

 

Que tengas un hermoso día. Que Dios te bendiga.

 

Oleada Joven