San Juan XXIII nos habla del Espíritu Santo:

viernes, 2 de junio de

 

San Juan XXIII nos habla del Espíritu Santo:

 

“Pentecostés es todo un poema de luz, de gracia y de caridad”.

 

“El Espíritu Santo, que formó el cuerpo de Cristo en el seno de María, forma también, une, sana y fortifica a los miembros de Cristo”.

 

“El fuego del Espíritu Santo es como un río incandescente que se desborda sobre todos los miembros de la Iglesia, consolida los corazones y los une con un vínculo sagrado de amor y caridad”… “Dejémonos penetrar, como los apóstoles el día de Pentecostés, por este fuego transformante. El purificará las inevitables escoria de la naturaleza, herida por el pecado”.

 

“La gracia del Señor, por su Espíritu, cuando toma posesión de un alma, la transfigura”.

 

“No estamos solos en la tierra. Hay alguien que nos acompaña y nos presta su ayuda incomparable: el Espíritu Santo”.

 

“Jesús nos asegura que el Espíritu Santo seguirá haciendo resplandecer en la Iglesia una maravillosa fecundidad sobrenatural; la fecundidad que deposita en el corazón de las vírgenes, de los mártires y de los confesores, los gérmenes de aquellas virtudes heroicas que son la característica de la santidad”.

 

“El Espíritu de Jesús vivifica las asperezas de la vida, dulcifica las dificultades de la existencia, que los acontecimientos cotidianos y las adversidades multiplican sobre nosotros y nos impulsa al perdón, a la compasión, al amor”

 

“El Espíritu Santo es la vida de la Iglesia, que no envejece nunca. Hace germinar una primavera que no conoce el invierno y, en medio de las penas y de las adversidades, realiza y prepara una victoria indefectible y segura”.

 

“El Espíritu Santo está trabajando siempre en la intimidad de las almas con sus inspiraciones para hacer a la Iglesia que Jesús edificó para sí mismo una vez por todas con el sacrificio de su sangre, pura, inmaculada, sin arrugas, digna de ser presentada al Padre el día del juicio final”.

 

“Únicamente el soplo del Espíritu Santo puede inflamar los espíritus humanos en la virtud y preservarlos del contagio de la culpa… El Huésped divino nos acompaña siempre y recorre con nosotros el camino del tiempo hasta la eternidad”.