Florencia nos comparte desde su experiencia el sentido profundo del Perdón.
El contexto en el que crecieron y viven nuestros amigos fue en general muy difícil. La primera tentación es juzgar sus acciones, pero nosotros no vinimos para eso. Creo que nuestra principal tarea acá es permitir que todas estas personas experimenten -siempre desde nuestra limitación humana- el perdón de Dios, y en ese perdón el gran amor que Él nos tiene.
¿Y cómo es ese perdón? Para definirlo les comparto unas palabras de Don Giussani: “perdonar quiere decir afirmar, debajo de toda la impureza, aquello que de verdadero y de justo, de bueno y de bello, de ser, existe en el otro”.
Pude aprender algo de esto con nuestra amiga Jaqueline. La conocí el día que llegué a Brasil, cuando llegó borracha a nuestra casa para pedir un café. Después de ese primer encuentro la vi casi todos los días en la calle, siempre en el mismo estado.
Un día pasó por la casa a contarnos que estaba embarazada desde hacía 3 meses. Para nosotros fue muy duro porque sabíamos todo lo que había bebido, pero buscamos ayudarla y acompañarla.
Un día volvimos de un descanso (tenemos un día fuera del barrio cada semana) y Lucimari me contó que Jaqueline había pasado para contarnos que había perdido a su bebé.
Después de eso, desapareció. Ya no llegaba a nuestra casa ni la encontrábamos en la calle, y no teníamos cómo comunicarnos. Empezamos a preocuparnos por ella… Su nombre empezó a aparecer más en nuestras oraciones.
Pasó cierto tiempo hasta tomar conciencia de su ausencia en el barrio, y entonces nos decidimos a encontrarla. Para esto tuvimos que hablar con muchos de sus amigos, todos esos que muchas veces cruzábamos por la calle, pero nunca nos deteníamos a hablar por causa de su embriaguez.
Uno de ellos nos buscó un día para contarnos que Jaqueline estaba en Salvador con su mamá. Intentamos contactarla pero no conseguimos, y el deseo de encontrarla seguía creciendo en nuestro corazón.
Un día estábamos en nuestra casa, y escuchamos a uno de los amigos de Jaqueline que nos gritaba que ella había vuelto. Contarles todo lo anterior cobra sentido en este momento. Estoy sorprendida por la alegría que sentimos al verla y cómo corrimos a abrazarla. Sin pensarlo hicimos como en la parábola y le ofrecimos lo mejor que teníamos para comer y tomar.
Si hubiera dependido de mí, quizás mi primera reacción habría sido juzgarla duramente por esa vida que se perdió. Sin embargo Dios me dejó sentir un poco del amor que Él siente por todos.
Entender que Dios nos ama con un amor tan grande, tan totalizante, capaz de mirarnos por lo que somos y no por lo que hicimos, ¿no es una linda razón para la esperanza?
“Y levantándose, fue a su padre. Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó”. (Lc. 15, 20)
Florencia
Misionera Cordobesa, en el Punto Corazón de Brasil.