“Ten confianza hijo tus pecados te son perdonados”
(Mt. 9, 2)
Jesús se conmueve de ver la fe de los hombres que llevaban al paralitico, de su corazón brota el perdón y la salvación, le dice al paralitico “tus pecados te son perdonados” en vez de sanarlo físicamente y hacer que camine, primero, decide perdonar y sanar sus pecados.
Hay algo peor que la enfermedad física, y esto tiene que ver con el pecado, con una situación existencial, el pecado tiene que ver con las actitudes, con un corazón cerrado que en el fondo se niega a dejarse tocar por la misericordia de Jesús, se niega a amar… en palabras del Papa Francisco podríamos decir que es como mirarnos el propio ombligo, ser egoístas, autoreferenciales, tener nuestra mirada sólo en nuestro pequeño mundo que nos va dejando paralíticos, nos va llenando de parálisis, nos va dejando sin la capacidad para caminar, para salir al encuentro de lo que Dios sueña para con nosotros, con nuestra comunidad.
El pecado entristece nuestro corazón, lo va empestando, haciéndolo insensible a la ternura, a la misericordia, va dejando heridos en el camino, rompiendo relaciones humanas, familiares, fraternas. Jesús hoy sana y salva de lo peor que nos puede pasar en la vida: el pecado. Hoy nos perdona y nos misericordea como en cada día que nosotros dejamos entrar al médico.
La palabra con autoridad de Jesús, despierta a la humanidad paralizada y le da el don de caminar con una fe renovada, y exige misericordia; Jesús no vino a llamar a los justos sino a los pecadores… si estás hoy tendido en una camilla, o sabes de alguien que lo está y que no puede caminar por el pecado, llevalo a Jesús que lo misericordee, perdone sus pecados y lo ponga en camino de nuevo.
Ezequiel Le Favi (Diácono misionero Redentorista)